sábado, enero 31, 2004

Excelente inicio del Festival de Jazz de Conkal 2004. Lo primero que voy a hacer es felicitar calurosamente a los organizadores, inversionistas y patrocinadores del evento, por esta visión que evidentemente ha producido frutos. Lo que más me alegra es que ofrece una honesta esperanza de continuidad para festivales, conciertos y eventos de este tipo. Sin embargo, eso no es lo esencial aquí. Lo esencial, lo único y verdaderamente sagrado, es la música. Y desde aquí emito, proclamo, promulgo y lanzo al aire una felicitación a los músicos de anoche. Porque anoche tuvimos jazz de un altísimo nivel en Conkal, nueva sede del jazz en Yucatán.

Mi primera impresión al llegar al sitio del evento fue la seductora sensación que produce el Ex-Convento de Conkal, con su arquitectura colonial plena de símbolos moros transculturizados en lo yucateco, representado quizás por un imponente árbol de ceiba que robaba (¿seducía?) las miradas de las gentes. En el aspecto técnico, el primer día del festival resultó exitoso. La iluminación y el sonido cumplieron fielmente con su papel. Había venta de cerveza, aunque desde un punto de vista subjetivísimo, hizo falta la cerveza Superior y especialmente algo de comida, porque varios fuimos ilusionados con la idea de disfrutar comida criolla en los intermedios. Sin embargo, recomiendo arduamente la visita a una fonda situada justo enfrente de la entrada del festival, con un amplio de surtido de salbutes, panuchos, caldos de pavo y comida regional.

Placeres culinarios aparte, la música de anoche cumplió en mucho con nuestras expectativas. El quinteto GRS de la ciudad de México inauguró el festival en un excelente tono. Basándose en un repertorio en apariencia mainstream, este grupo logró producir un profundo nivel en los solos individuales, y una atractiva interacción en la interpretación e improvisación grupal en los temas y cuatro tiempos. Personalmente, le tengo mucho afecto al sonido del vibráfono en el jazz, y el vibrafonista de anoche cumplió con su papel con elegancia y dignidad. Destacaron especialmente el pianista, quien hábilmente introducía ciertos elementos free y post-bop que irrumpían y proporcionaban sagacidad al sonido del grupo; y el saxofonista, quien primero en tenor proporcionaba un tono hondo similar al de tenores de los 40’s como Illinois Jacquet y Gene Ammons y un fraseo post-bop, y en soprano llevaba a su instrumento a los límites al sobresoplar y obtener tonos misteriosos y apasionados.

El segundo grupo fue en opinión de este escucha lo mejor de la noche, y cabe la posibilidad de que resulte lo mejor del festival. El Cuarteto de Jazz de la Ciudad de México provocó, en palabras de Eric Vaucher, “un orgasmo musical” a todos los que estuvimos en Conkal. Un excelente free jazz con ocasionales elementos post-bop, llevado, conducido, encaminado por el magistral piano del maestro Téllez. Sus temas, y especialmente sus solos, fueron ejemplos de un dominio completo del instrumento y de una amplia y fructífera experiencia dentro del jazz. Es preciso nombrar al saxofonista tenor Pablo Salas, quién fue el primero de los dos músicos de la noche que hizo temblar las paredes del Convento. Posee un sonido impresionante, áspero, inclemente y de amplio alcance, acaso influenciado por el tono duro y africano de saxofonistas como Charles Gayle o David S. Ware. También felicitar cordialmente al baterista yucateco Eddie Vega, quien fue el baterista de la noche, en mi opinión. Él junto con el contrabajista Carlos Maldonado, afectuosamente conocido como “Torreón” y el maestro Téllez fueron la mejor sección rítmica de la noche. Sin embargo, quisiera hacer la observación a los organizadores y a quien corresponda de que no se otorgó tiempo suficiente a este grupo para su presentación. Sólo como comparación, el primer grupo tocó casi por hora y media, y el maestro Téllez únicamente por 45 minutos. Hubo un comentario del conductor que me pareció significativo, algo así como “A mí me gusta el free jazz, de vez en cuando”. ¿Tendremos aquí un caso de discriminación contra el free jazz? Dudo que lo sea, y espero que la explicación haya sido una cuestión de desfase de tiempos o de logística. Pero me permito levantar la voz y exclamar que el free jazz tiene tanto derecho a ser escuchado y disfrutado como los demás estilos de esta música. Además, lo más encabronante e indignante de todo fue que suspendieron el free jazz para el mostrar el show de un pinche mimo, ¡NO MAMEN! Con todo respeto para los mimos y su fascinante profesión, nosotros fuimos a escuchar y a vivir buen jazz en vivo, señores. Así de simple. El jazz es lo único que debe ser primordial en eventos de este tipo; todo lo demás, todo tipo de espectáculos o eventos alternos son íntimamente superfluos al compararse con la música. Eso es lo que pienso.

Sin embargo, aproveché al mimo para cenar deliciosa y muy barata comida yucateca en el restaurante de enfrente. No todo estuvo perdido. Y después del mimo tocó el grupo Los Músicos de José, un grupo de chavos que interpretaron un cierto funk-groove tipo Maceo Parker o las tranquilonas de Medeski Martin & Wood. A favor de ellos podemos señalarles un sonido interesante y una buena imaginación en los temas, pero resultaron un poco faltos de sustancia en los escasos solos y en las parcas improvisaciones grupales. Sin embargo, tienen un buen sonido y resultaron especialmente llamativos para los chavos y chavas jóvenes que fueron al evento. Cabe confesar que sus hábitos en el escenario me parecieron un poco exagerados, por no decir falsos, pero eso es sólo mi opinión.

Y por último, contra viento y marea, el trío del guitarrista yucateco Armando Martín ofreció un remate inimaginable y auténticamente individual a la primera noche de este evento. Auxiliado, acompañado, secundado por el incansable baterista Eddie Vega y el bajista Carlos Maldonado, quien por problemas técnicos con el contrabajo, tocó con bajo eléctrico (cabe señalar que, al parecer, ese instrumento --en particular su puente, fue el mismo que provocó problemas al contrabajista Oscar Terán la noche del jueves). Eso es lo de menos, empero. Ninguno de nosotros estaba preparado para el increíble y apasionado asalto sónico perpetrado por el buen Armando, a quien con orgullo llamamos amigo, y quien fue el segundo músico que hizo retumbar las paredes del Convento. Utilizando ampliamente la distorsión electrónica y una variedad de efectos, Armando fabricó hermosos drones que recordaban tanto las excursiones sónicas de guitarristas como Derek Bailey y Terje Rypdal como la música minimalista de Steve Reich y Terry Riley. Sin embargo, y con todo el pesar del mundo, debo señalar que al igual que en la presentación del maestro Téllez, sentimos una discriminación contra el free jazz, pues Armando fue prácticamente desalojado del escenario después de únicamente dos piezas. Compartían mi opinión dos familias de venerables parejas de más de 60 años de edad, sentados detrás de mí, y a quienes prejuicios contra el free jazz como el que quizás pesa sobre los organizadores y/o conductores no les importaron, pues aplaudieron fuertemente después de cada pieza y sonreían en los solos. ¡Por los dioses del jazz! A muchos nos gusta el free jazz, por favor señores, entiéndanlo.

Bueno, pues después de esta bravata les invito sinceramente a ir a los conciertos de este sábado, segunda noche del evento, a las 8 de la noche. Hoy costará únicamente 40 pesos, para los que no fueron ayer. Hoy tendremos al excelente trío del pianista Alejandro Corona, a quienes tuvimos la suerte de ver el jueves, y al Sureste Ensamble. Les exhorto!
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