martes, enero 27, 2004

Son más de las 7 de la noche pero mucho antes de las 8, mi hora de salida del segundo trabajo. No sé por qué, pero acabo de recordar una canción religiosa que aprendí con los pinches hermanos maristas, llamada "La hora nona". ¿Será acaso porque justamente esta es la hora muerta del día? Quizás... En todo caso, chingados recuerdos. Son como el pie de atleta, cuando menos lo esperas, "ándale cabrón" te caen. Como un coco que cae sobre tu cabeza, mientras tú caminabas tranquilamente en una playa del Caribe pensando en qué habrá más arriba de las nubes. Entonces, súmense a mí, y vamos a mentarle la madre a toda clase de recuerdos. A lo mejor sirve de algo...