viernes, enero 23, 2004

Publico esto que no requiere más comentario. El genio nunca requiere comentarios. El autor es un poeta chino de hace casi 1700 años, y su contemporaneidad y vigencia no dejan de sorprenderme. Leánlo, aunque parezca que está un poco largo. Vale la pena, requete vale la pena.


Wang Hsi-chih (321-379)

Prefacio a la Recopilación del
Pabellón de las Orquídeas


En el noveno año de la era Yung-ho, al comienzo del último mes de la primavera, cuando el calendario señalaba kuei-chou (22 de abril del año 353), nos reunimos en el Pabellón de las Orquídeas en Shan-yin, para celebrar la Festividad de la Inmersión. Fue una reunión de todos los hombres honorables, los jóvenes junto a los viejos. Rodeados por altísimas montañas y empinadas colinas, espesos bosques y enormes bambúes. Y por allí corría el arroyo de aguas cristalinas sobre el que se reflejaba todo el paisaje de alrededor, y que había sido reencausado para poder jugar al juego de las copas de vino flotantes, todo a lo largo de su curvado curso. Nos sentamos según fuimos llegando. Y aunque no estábamos acompañados por los magníficos sonidos de flautas y cuerdas, una copa de vino y luego un poema fueron suficientes para remover nuestros más íntimos sentimientos.

El cielo estaba despejado y muy puro el aire. Corría una brisa muy agradable. Al contemplar hacia arriba apreciamos la inmensidad del universo; hacia abajo la abundancia de seres vivos. Dejamos vagar la mirada, y nuestras emociones fueron emergiendo de modo que disfrutamos más aún de todo aquel entorno pleno de rincones y sonidos maravillosos. Qué gran felicidad, ¡ciertamente!

Los hombres se reúnen en grupos de amigos durante lo que dura su vida. Algunos se contentan con liberar sus más intimos sentimientos sólo en conversaciones privadas mantenidas en habitaciones. Otros, en cambio, no dudan en dar rienda suelta a sus deseos y viven alocada y salvajemente. Y aunque los temperamentos y preferencias sean tan distintos, ambos tratan de obtener placer de cada circunstancia, entregándose a ello, felices y abstraídos por el momento y sin darse cuenta de cómo la vejez se aproxima. Y cuando todo termina, dejan seguir curso a sus sentimientos y quedan inmersos en una profunda melancolía. Lo que tanto placer les brindó ha desaparecido en lo que dura un suspiro, ¿cómo sus corazones no van a sentirse destrozados? Más aún, la longevidad depende de la naturaleza y su constante transformación: todo llega a un fin. Un viejo dicho asegura que "La vida y la muerte son las únicas cuestiones importantes". ¿No es razón suficiente como para sentirse triste?

Cada vez que leo en sus escritos cómo los antiguos se veían afectados por esta misma tristeza, siento como si se reuniesen dos mitades. Siempre me conmuevo al leerlos y no me doy bien cuenta de por qué. Siento que no brinda mucho consuelo afirmar que vida y muerte son lo mismo; y que tratar de alcanzar la longevidad de los inmortales es un disparate. Lectores del futuro volverán a estos días de hoy del mismo modo que nosotros ahora miramos al pasado. ¡Qué triste es todo! Así pues, he recolectado lo que han escrito mis contemporáneos y lo he transcrito aquí. Más allá de distantes generaciones y los mil mudables eventos, lo que provoca la melancolía es lo mismo. Los lectores del futuro también se sentirán conmovidos por estos escritos.