lunes, enero 26, 2004

Ahh! Inicia la semana como un suspiro. Es un día soleado y activo. La gente viste con colores ligeros, y camina rápidamente. Se acerca la primavera cada vez más rápido. Ya quiero que sea marzo. Pasado mañana es el cumpleaños de la única chica en mi mente. La próxima semana es el mío, y este fin de semana hay un festival de jazz en Yucatán después de más de 4 años de sequía. Leo a Omar Khayyam con la idea de inspirarme para trabajar, pero me pasa todo lo contrario. Lean esto, por ejemplo:

¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos de la
naturaleza y las cinco facultades del hombre! ¿Dices que algunos
filósofos griegos podían proponer hasta cien enigmas a sus oyentes?
Mi indiferencia a este respecto es absoluta. Trae vino, coge un laúd,
y deja que sus modulaciones nos recuerden las de la brisa que pasa
como nosotros.


O esto:

¿Nuestro tesoro? El vino. ¿Nuestro palacio? La taberna. ¿Nuestros
fieles amigos? La sed y la embriaguez. Ignoramos la inquietud
porque sabemos que nuestras almas, lo mismo que nuestras copas y
trajes mancillados, no tienen que temer ni el polvo ni el agua ni el
fuego.


Y antes de cambiar de tema, Khayyam logró encontrar palabras hermosas para este sentimiento que me es muy familiar estos días:

¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado,
¿cómo puedes gozar con la deslumbrante luz del sol o la suave
claridad de la luna?