Pues con un día de atraso, aquí llega mi entrega final sobre el Festival de Jazz de Conkal 2004. Reitero un enhorabuena y un abrazo afectuoso a los organizadores y demás personas involucradas en el evento. Pero, y muy especialmente, me felicito a mí mismo y me congratulo por haber visto a músicos con un nivel tan elevado... Egocentrismos aparte, queda confirmado: hubo un excelente jazz en Conkal. Así de simple. Fuimos afortunados los que asistimos al evento. Y a contrario sensu, fueron desafortunados los aficionados al jazz que no pudieron llegarse a Conkal. Por todos ellos, y por nosotros que sí fuimos, es que debe repetirse este festival, y debe seguir organizándose conciertos y toda clase de eventos relacionados con el jazz.
Abrió la noche del sábado el trío Kin-Ha, integrado por los yucatecos Alberto Palomo, el tecladista Juan Palacios, y el baterista Quique Escalante. Utilizando un repertorio de latin jazz, este trío logró encender las pasiones de la gente mediante piezas de Michel Camilo, Marc Berthomiux, y Héctor Infanzón, entre otros. Aunque su instrumento principal es la guitarra, Palomo (a quién también tenemos la fortuna de llamar amigo) demostró un amplio profesionalismo en el bajo eléctrico, lanzando los acordes adecuados y manteniendo en todo momento un incansable sentido rítmico. Palacios lució más en el piano que en el teclado, pero en ambos demostró un considerable nivel como solista, y sus improvisaciones individuales estaban marcadas por un genuino apego a los ritmos afro-antillanos. Y por último, resulta grato comprobar la evolución musical de Quique Escalante, cuyo sonido redondea y llena de matices al grupo, además de haber encontrado una atractiva voz como solista.
Tristemente, todo lo que empieza tiene que terminar en algún momento dado. Aunque nos cueste aceptarlo, el festival de jazz, como todas las cosas hermosas de la existencia, tenía que concluir. Después de otra desafortunada actuación del mimo, que de nueva cuenta aproveché para visitar la sección de comida y rellenar mi vaso de cerveza, el trío del pianista Alejandro Corona cerró el evento con un genuino broche jazzístico. Cabe felicitar en esta ocasión al contrabajista Oscar Terán, quien demostró confianza y autoridad, y cuyos solos fueron cálidamente celebrados por el público asistente. Como era de esperarse, el trabajo del joven baterista Ávila y del líder Corona fue impecable. Sin embargo, debo confesar que disfruté un poco más de este trío la noche del jueves, en el Peón Contreras, acaso debido al sonido acústico propio de los lugares cerrados, y quizás porque el sábado predominó entre los músicos un cierto sentimiento menos competitivo y más de disfrutar el estar en el escenario. De nuevo, las piezas que consiguieron más aplausos fueron "Los ecos del malecón" y "Volando", de compositores de Xalapa, y las piezas originales del maestro Corona "Niña" y "Mercurio".
Ni siquiera era las 11 de la noche, y el viejo conocido de la afición yucateca Eric Vaucher dio por concluido el evento. Quise abuchear de la pena, pero sólo me salió espuma, como dirían César Vallejo y Gustavo Sáinz. El domingo tuve la mala dicha de perderme el concierto del trío de Alberto Palomo con el tecladista Palacios y Eddie Vega en Santa Lucía, ya que cuando llegué finalizaba la última pieza. Sin embargo, debe quedar claro que en retrospectiva, este festival fue un rotundo éxito. De nuevo, externamos la esperanza de que este primer festival en Conkal no resulte ser el último, pues fue evidente y sorpresivo el alto número de asistentes al evento, las diversas edades de los mismos, y la sonrisa de satisfacción con que se fueron casi todos. Enhorabuena, y como siempre, ¡QUÉ VIVA EL JAZZ!