"En los momentos más oscuros de nuestras vidas, en las situaciones humanas más trágicas, en la profundidad más desesperante siempre existirá la posibilidad de que un gesto, una acción, una frase o una palabra ilumine la sombra de la pesadumbre y nos haga soltar una carcajada, reír o, simplemente, esbozar una sonrisa.
El humor, ya sea negro, político, físico, de doble sentido o juego de palabras, aligera el espíritu, despierta la mente y estimula el cuerpo.
Todas las cosas tienen un lado cómico. Explorar ese aspecto de nuestras vidas y circunstancias nos ayuda a entenderlas mejor, a encontrar soluciones y a relajarnos ante las situaciones inevitables de la existencia.
No en vano los humoristas y cómicos profesionales se alimentan de la conmoción social o política para elaborar su material, resaltando la inefectividad de nuestros líderes, la falibilidad de nuestros sistemas, la contradicción de nuestras creencias y la fragilidad de nuestro ser.
Para dar unos ejemplos, el actor y director italiano, Roberto Benigni [a quien personalmente no respeto mucho artísticamente, debo aclarar. N. de Malverde], está preparando una película cómica sobre la guerra en Irak, la crisis política venezolana ha generado nuevos humoristas y el desastre del tsunami en el Océano Índico está siendo aliviado en parte por un médico que se viste de payaso.
En la India se organizó una convención de risa de tres días para estimular este estado de ánimo como una terapia alternativa a los medicamentos, análisis psiquiátricos y otros tratamientos de malestares.
Esta práctica apunta a que el humor desempeña un complejo papel en el proceso del pensamiento, la comunicación y la interacción social, y bien podría ser un don único del ser humano.
¿Se le puede sacar un chiste a todo? ¿Hay un humor que sea universal? ¿Qué tipo de humor le gusta más? ¿Necesitamos más o menos comicidad?"
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