miércoles, junio 08, 2005

Mis credenciales como aficionado al heavy metal, parte I

Como primera contestación al comentario de mi estimado amigo Sacer (también conocido en el inframundo jurídico como Lic. Antonio Ayala Alcocer, el caballero de la triste figura) en el que ponía en duda la continuidad de mi afición al heavy metal, entrego esta disertación escrita hace algunos años y que todavía considero muy vigente, sobre los discos más importantes dentro del heavy metal, en mi opinión, de la década de los 90's.

En un ánimo de competencia amistosa, Sacer, buenhombre, me gustaría ver que tú o cualquiera de tus amiguitos metaleros escriban un análisis como éste, a ver quién sabe más de metal o quién conoce los mejores discos. Así de plano; el reto es el reto. Esta es la respuesta práctica a tu observación; apenas tenga chance nuevamente te contesto teóricamente.

P.D. Sólo como comentario, en este momento escucho "Legalize it" de Peter Tosh, ¡y en la oficina!

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NUESTRA PINCHE DÉCADA
6 discos fundamentales del heavy metal de los 90’s

Esta no es una lista de los “mejores discos” de la década. Esta lista quiso ser únicamente una introducción a un género musical que me apasiona, y probablemente fue la misma pasión que me llevó a escribir estas palabras la que te llevó a ti a abrir esta revista. Tampoco debe ser tomada como algo definitivo, ya que existen muchísimos otros discos con igual importancia que éstos, y que merecen ser escuchados y discutidos con seriedad (por ejemplo: The archaic curse de Borknagar, Turn loose the swans de My Dying Bride, Elegy de Amorphis, Testimony of the ancients de Pestilence, Gothic de Paradise Lost, Individual thought patterns de Death, Sewn mouth secrets de Soilent Green, Focus de Cynic, Amok de Sentenced, need to control de Brutal Truth, Anthems to the welkin at dusk de Emperor, Crimson de Edge of Sanity y Holy mountain de Sleep, por decir algunos que veo o que me gustaría ver en mi repisa). Con esto en mente, y con el propósito de limitar la selección de mis discos favoritos, decidí mencionar únicamente discos de la década pasada, que fue la década en que viví (vivimos) con más entrega la pasión por el heavy metal. Sé que hacen falta muchos discos por mencionar, pero hubiera resultado largo y desgastante comentar todos los discos que me gustan. Y no ordené los discos de mi lista simplemente porque me resulta imposible decidir cuál de éstos me gusta más que el otro; todos significan algo que debe ser valorado de manera independiente, sin pretensiones totalizadoras. Bueno, después de estos preliminares, les invito a leer mi lista, a enviarme sus comentarios y a hacer cada cuál sus propias listas de discos favoritos y a enviarlas a esta revista. Y espero que disfruten de los viajes al pasado tanto como yo.

666) Brujería - "Raza Odiada": El heavy metal ha sido una declaración a gritos de una ideología política, desde su más temprana concepción. Recordemos cómo Black Sabbath destruía para muchas personas en 1968 toda la “buena vibra” y la concepción ingenua del futuro del mundo según los profetas hippies. Pero reconozcamos a su vez que, en términos generales, la visión del mundo según el heavy metal es bastante limitada, obtusa en ocasiones, y esencialmente demasiado seria. Pocos grupos metaleros se ríen de sí mismos; sin embargo, me vienen a la mente algunos ejemplos: WASP, Suicidal Tendencies e Infectious Grooves, Pungent Stench, Turbonegro y Mr. Bungle. Brujería es quizás la mejor de estas excepciones. En primer lugar, cantan en español a pesar de pertenecer a una disquera estadounidense que edita discos dirigidos a un público angloparlante. Pero su español es además un español pocho, que resulta irreverente hasta para los propios mexicanos. Además divierte aún el misterio que rodea a sus integrantes. ¿Hay alguien en el mundo que no sepa todavía que los dos mexicanos de Fear Factory y los bajistas de Faith No More y Napalm Death están involucrados? Lugar común. Pero, ¿quién es el pinche Juan Brujo? Puede ser un pocho de la frontera norte, puede ser el supuesto hermano de Tom Araya, puede ser un güey que estuvo en Terrorizer (el grupo de grind de inicios de los 90’s), puede ser un narcotraficante de Sinaloa, puede ser cualquiera de nosotros. Y quizás esa es la mejor respuesta respecto de su identidad: todos somos Juan Brujo. Todos nosotros, los “greñudos locos”, tengamos greñas largas o no, fumemos leños cannábicos o no, usemos playeras de Brujería o no. Y Raza Odiada es el disco que nos da un nombre como generación, como grupo social. El resto del mundo preferiría que no existiera el heavy metal, sin duda alguna. Los dueños de las grandes disqueras desprecian la inteligencia del público metalero y masifican idioteces sónicas como Korn, Limp Biskit y la mayoría de los grupos modernos. Inclusive las disqueras pequeñas e independientes concentran su producción en dos esquemas básicos: grupos de gótico melódico con voz femenina tipo The Gathering o Theatre of Tragedy, o grupos de speed o power como Blind Guardian o Stratovarius. No me malentiendan, estos grupos son buenos, pero sus miles de imitadores no lo son. Incluso parece que los propios padres fundadores del heavy metal sólo viven ahora para avergonzarnos, para causarnos estupor. ¿A qué grupos invitó Black Sabbath a su tour, y cuántos de estos grupos suenan igual? ¿Cuál fue la última canción memorable que ha escrito Iron Maiden (”Bring your daughter to the slaughter”, en mi opinión, hace más de 10 años)? ¿Alguien me podría explicar que ha ocurrido con los imbéciles de James Hetfield y Lars Ulrich de Metallica? Pero discos como Raza odiada me devuelven la esperanza de que no existe el infierno después de la vida, sino que la vida es un infierno y por lo tanto hay que reírse de ella, hay que “joder al güey”, en palabras de Juan Brujo. Por si existe alguien que no hubiera escuchado a Brujería, podría describir su estilo como un híbrido de grindcore, hardcore, death metal e industrial (especialmente en su último disco Brujerizmo). Y Raza Odiada es el mejor de los tres discos de Brujería por dos sencillas razones: es el que tiene las mejores y más memorables canciones y es el que más se ríe de sí mismo. La instrumentación es casi perfecta, y resaltan especialmente la poderosa batería de ¿Raymond Herrera?, la distorsión típica de ¿Napalm Death?, y la voz aguardentosa de Juan Brujo. Y las letras... ¿Quién puede olvidar joyas líricas como “Pinche tequila, leño de mota, cocínate piedras” (de “Colas de rata”), o “Carga tu abuela, córrele tía, ya aplastaron el lelo” (de “La migra”) o la ya clásica “¿Qué quieres en la vida? ¿Ser rico, coger viejas? ¿Vivir mil años? ¿Vivir mil años?” (de “Almas de venta”). Brujería es el ejemplo típico de una parodia que se vuelve más real que lo que parodiaba. Y lo que parecía un proyecto-en-broma de algunas súper estrellas metaleras, se ha convertido en todo un clásico de nuestra década, orgullosamente mexicano. Pero no me escuchen a mí, escuchen al Brujo, y recuerden que: “Misas negras te va a gustar, el infierno te va a gustar, la verga del Brujo te va a gustar”...

666) Carcass - “Heartwork”: Una de las mayores recompensas que ofrece el estudio de la Historia es que el acto de remontarse física o mentalmente al pasado casi siempre es causa de placer (o de desilusión, lo contrario del placer). Bueno, el simple acto de recordar el riff inicial de la canción "Heartwork" me da escalofríos eléctricos. El adjetivo que más me golpea la cabeza al tratar de describir este disco es “majestuoso”. O “maravilloso”, “estupendo”, “enigmático”, “mágico”. En esencia, el trabajo de guitarras de este disco constituye sin lugar a dudas la más alta expresión del death metal como arte contemporáneo. Su mezcla de armonías mediante guitarras dobles al unísono en el más puro estilo new wave of british heavy metal, con solos basados en el blues y melodías de rock and roll ha superado el examen del tiempo. Sorprende hasta ahora. Y para Carcass significó la entrada a la madurez como grupo, el adiós a su adolescencia musical. Pero, como muchos otros, estos británicos no supieron manejar el hecho de haber dejado la adolescencia. En realidad pocas personas en el mundo saben cómo crecer. Carcass fueron desde sus inicios el grupo énfant terrible de la escena metalera. Nadie tocaba como ellos; sus dos primeros discos constituyeron la música más extrema grabada hasta entonces, casi ininteligible de tan gutural y densa. Y sus letras rompieron todos los esquemas establecidos, mezclando fantasías gore que parecían tomadas de las bitácoras de un cirujano de la sección de Traumatismos y Urgencias con el humor negro más británico que se pueda imaginar. Sin embargo, a partir del EP Tools of the trade de 1992, Carcass inauguró una evolución musical que los llevaría finalmente a su extinción. Pero ese proceso de auto-destrucción nos ha legado algunas de las obras maestras de la música extrema. Su tercer disco, Necroticism: Descanting the insaloubrious, constituyó el cambio de estilo más radical hasta entonces de un grupo de finales de los 80’s. Ni Napalm Death, ni Entombed, ni Nocturnus, ni Death avanzaron tan rápido y llegaron tan lejos como Carcass. Y finalmente llegamos a Heartwork, una de las obras maestras del género. Entre sus características importantes, además del ya descrito trabajo de guitarras, está la voz inexpugnable y las letras atormentadas de Jeff Walker, y la batería militar de Ken Owen. Ampliando sobre el sonido de las guitarras, éstas remontan una de las distorsiones más propiamente metálicas que conozco (característica fundamental de los grupos escandinavos de la primera oleada de death metal, como Dismember, Grave y Entombed), para otorgar una nueva visión del blues y del rock and roll clásico en solos que son parte fundamental de las composiciones. Sin duda un clásico de la década.

666) Clutch - “The elephant riders”: Retomando la idea de que hay algunos grupos de heavy metal que se ríen de sí mismos, los estadounidenses sureños Clutch son uno de los grupos que más proyectan “buena onda” y sentido del humor en su música y letras. Hace unos días leí en Metal Maniacs (nuestra antigua Biblia) una reseña de un concierto de Clutch en New York, y la periodista se asombraba de ver playeras de grupos de todos los géneros del metal entre los asistentes al concierto. Y es que Clutch es de las pocas “moneditas de oro” que ha dado el heavy metal (otras que me vienen a la cabeza: Metallica antes del disco negro, Amorphis antes del disco Tuonela, Pantera con sus tres discos clásicos, Sepultura hasta el Chaos A.D.), y por “monedita de oro” entiendo el grupo que le gusta a todo el mundo, el clásico grupo que provoca comentarios como: “Eres un pendejo si no te gusta Amorphis; si no te gusta Sepultura es que no te gusta el metal”. No ha habido persona alguna que yo conozca a la que no le haya gustado Clutch desde la primera vez que los escuche. Y es que la música de estos sureños mariguanos está dominada por un impulso irresistible que sólo puede ser llamado “groove”, y que al mismo tiempo es el motor de toda la música afro-americana (blues, jazz, funk, hip-hop). De igual forma, este elemento es básico en todas las bandas clásicas de rock sureño, desde Allman Brothers y Lynyrd Skynyrd hasta Kyuss, Corrosion of Conformity y EYEHATEGOD. Y donde mejor ha demostrado Clutch su maestría del groove ha sido en su tercer disco The elephant riders, lleno de canciones memorables como “The elephant riders”, “The soapmakers”, “Muchas veces” (lo más cercano a un himno que han compuesto, junto a “Spacegrass”, de su anterior disco), y la canción más arriesgada de ese disco, y quizás de la historia del grupo: "Crackerjack", que es instrumental y cuenta con la participación de Delfeayo Marsalis (uno de los hermanos Marsalis de la gran tradición jazzística de New Orleans) con todo y solo free-jazzero de trombón. Y esta canción nos da cuenta de la importante evolución que ha realizado Clutch y de su elegante salida de los esquemas previstos para los grupos del género erróneamente llamado stoner (cuya traducción literal es “mariguano”). Un disco excepcional que redefinió a su género.

666) Fear Factory - “Demanufacture”: El uso de sonidos industriales como instrumento musical se remonta a los experimentos vanguardistas de músicos como John Cage, Karl-Heinz Stockhausen, y el griego Iannis Xenakis. Respecto de la música “popular”, debemos mencionar como antecesores a bandas como Joy Division, Sisters of Mercy, Throbbing Gristle, Skinny Puppy y Front 242. Pero los padres fundadores del industrial como género metalero fueron sin duda Ministry. Comandados por Al Jourgensen, quien alguna vez fuera arrestado por masturbarse en pleno escenario durante un concierto, Ministry fueron los primeros en mezclar exitosamente la rabia intrínseca del heavy metal con la artificialidad y frialdad de los sonidos industriales y de la música electrónica. Pero no cabe duda que quienes llegaron más lejos con esta fusión fueron los californianos Fear Factory. Junto con bandas inglesas como Fudge Tunnel, Godflesh y Scorn, Fear Factory fueron de los primeros grupos en editar discos clásicos de este nuevo género (curiosamente todos estos discos fueron editados por la disquera inglesa Earache Records). Y con ello crearon un lenguaje musical vigente hasta nuestros días, que ha influenciado a grupos tan diversos como Machine Head, Naked City, Deftones y Brujería. Pero aún más que todos estos grupos que hemos mencionado, Fear Factory se caracterizó por escribir canciones memorables. Por ejemplo “Replica”. Tanto el riff inicial de esta canción, con su doble bombo reiterativo y machacante como los disparos de una metralleta, y el coro con voz limpia, representan uno de los momentos más altos de la historia del industrial como género autónomo. Otra de las características importantes de Demanufacture fue el uso de la doble voz del vocalista Burton C. Bell: una voz limpia y cantada era complementada con gritos guturales en la más clásica tradición del crust o del grindcore. Aunque este recurso ya había sido explorado por bandas de doom como Tiamat, My Dying Bride, Paradise Lost e incluso Amorphis (y que después sería explotado hasta la saciedad por bandas tan disímiles como Arcturus, Borknagar, Acid Bath e incluso Slipknot), nunca había sido ejecutado con resultados tan dramáticos, que junto con la música del disco reflejó la dualidad de la vida contemporánea: entre la humanidad y la tecnología, entre el espíritu y el ordenador.

666) At the Gates - “Slaughter of the soul”: Este disco fue uno de los discos definitivos para que el death metal se consolidara como el género más importante de su época, de la misma manera que el disco Reign in blood de Slayer consolidó al thrash como el género metalero más importante de los 80’s. No obstante, la obra maestra de los suecos At the Gates también podría ser considerada el último gran disco de la etapa death metal, etapa que en mi opinión duró desde finales de los 80’s hasta mediados de los 90’s. Es triste reconocer que ya no se produce gran death metal en el mundo. ¿Dónde quedaron Entombed, Carcass, Edge of Sanity, Cynic, Death? Los que todavía tocan ya no tocan death metal, algunos ya ni siquiera tocan heavy metal. Para mí es un hecho que el death metal era un género suicida, destinado a auto-inmolarse como un kamikaze, a consumirse en sí mismo. Justo como la adolescencia. Al momento de llegar a la madurez, una persona debe decidir entre abandonar los atributos que perjudican su crecimiento como individuo, o estancarse en una etapa del pasado. Muchos de nosotros todavía no queremos tomar esa decisión. Pero regresando al tema, el death metal que conocimos hasta mediados de los 90’s, y que (a falta de un mejor adjetivo) llamaré “clásico”, simplemente ya es algo del pasado. Existen grupos todavía (más bien de la Relapse Records, como Origin, Dillinger Escape Plan y Soilent Green, aunque el primero tiene más elementos de death metal que los demás) que retoman algo de aquellas bandas junto con elementos de grindocre y rock sureño, entre otros, pero al mismo tiempo tocan con una furia y una rapidez que resultarían inimaginables para los bateristas de aquella época. Y quizás Slaughter of the soul es tan importante porque es un testamento, un documento que demuestra hasta dónde podía llegar el death metal como género autónomo. Basta con escuchar la canción “Blinded by fear” para darse cuenta de que riffs tan memorables como explosivos, en toda la tradición sueca del death metal de Gotemburgo, junto con esa voz tan furiosa y esos ritmos tan devastadores, hacen que este trabajo constituya uno de los mejores discos de la historia del metal.

666) Arcturus - “La masquerade infernale”: ¿Qué sabemos de Noruega? Además de que hay un chingo de frío, de que seis meses del año no tienen sol, de que la tasa de suicidios es la más alta del mundo, de que hace algunos años chavos “neo-satánicos” (prácticamente de nuestra edad) incendiaron varias iglesias hace algunos años, ¿qué sabemos de ellos? Casi nada. Es un hecho que Noruega es un país aislado del resto de mundo, pero principalmente aislado de nuestro continente. ¿De verdad alguien cree que los mexicanos y los noruegos vivimos en el mismo mundo? Yo no lo creo. Su concepción de la vida y la mía deben ser tan diferentes como la de un cubano y la de un esquimal. Ahora traten de nombrar tres grupos de Noruega que no sean de black metal en pocos segundos (pistas: Solefald, Ulver actual, Covenant, e incluso estos tres grupos tocaron black metal alguna vez). Significa mucho para mí que todos los grupos más o menos conocidos de Noruega toquen o estén relacionados con el black metal. Y para llegar a una conclusión “teórica” haré una comparación con la literatura latinoamericana: la cultura de nuestro continente ha estado históricamente tan aislada del resto del mundo, que nuestra forma de expresión literaria ha roto con todos los esquemas conocidos, y creado sus propios límites, y con esto ha navegado entre las diversas manifestaciones de lo que se conoce como “vanguardia”, o sea el uso de técnicas artísticas experimentales, radicalmente nuevas. (Una amiga siempre me decía que los libros latinoamericanos son muy difíciles de leer, y me daba como ejemplos a Julio Cortázar, a José Lezama Lima, a Alejo Carpentier, a Gustavo Sáinz, en oposición al aparentemente más sencillo “realismo” de la literatura angloparlante). Bueno, pues lo mismo ocurrió musicalmente con Noruega. Su cultura musical está tan aislada del resto del mundo que todos sus grupos de metal cerraron filas, y se unieron bajo una ideología y una forma musical propia y prácticamente nueva: la “neo-satánica” y el black metal. Y Arcturus es uno de los mejores ejemplos de la avasalladora evolución musical de los grupos de este género. Sus primeras grabaciones (recopiladas en el cd pirata Reconstellation) mostraban un grupo como muchos otros, lleno de rabia y de rebeldía musical. Pero había algo de Arcturus que me gustó desde siempre: no tenían empacho en hacer canciones muy lentas. Su primer álbum en la disquera Century Media, Aspera hyems symphonia, tenía algunas canciones que rompían con los esquemas establecidos incluso para los grupos de black metal “raro”. Pero el inevitable proceso de evolución musical (que deriva invariablemente del crecimiento y de la maduración como persona) que sufrió Arcturus los llevó a crear uno de los discos básicos del género. Prácticamente todo lo relacionado con este álbum rezuma calidad e innovación, desde el uso de secciones de cuerdas y trompetas junto con sintetizadores, hasta el empleo de poemas de Edgar Allan Poe junto con una imagen visual alucinante. La masquerade infernale posee uno de los conceptos musicales más interesantes que he escuchado, y sin duda merece ser llamado un clásico de la década.

por: Gerardo Alejos
Escrito originalmente a finales de 2001