jueves, junio 02, 2005

Margo Glantz sobre las asesinadas de Juárez

Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Roberto Calasso, empieza relatando un mito, la historia de una violación: Eros coloca suavemente sobre la grupa de Zeus, disfrazado de toro, a la bella y joven Europa para cruzar el mar; numerosos testigos contemplan el rapto, entre ellos Atenea, quien ''espiando desde el cielo se sonroja al ver a su padre cabalgado por una joven". El autor concluye: ''Mientras, Europa no veía el sentido de esta loca navegación. Pero imaginó su suerte en cuanto llegaron a tierra (...) Quiso invocar a Bóreas para que, volando, la liberara, como había hecho con su propia esposa Oritea, la ateniense. Pero se mordió la lengua: ¿de qué serviría pasar de un raptor a otro raptor?"

Al terminar de leer, se refuerza la impresión de que la mitología griega es sólo la historia de una constante violación, impresión subrayada por el epígrafe de Salustio: ''Esas cosas nunca sucedieron, pero existirán siempre". Y al enterarnos de que: ''Después de la época de los héroes, los griegos medían el tiempo por la sucesión de sacerdotisas en el santuario de Hera, cerca de Argos. Durante la época de los héroes, el paso del tiempo se contaba por la sucesión de violaciones divinas. El autor desconocido del Catálogo de Mujeres elaboró una lista de 16 violaciones, nada más que para el linaje de los decaliónidas, y de ocho para el de los ináquidas".

Una sociedad patriarcal, la griega, conformó su mitología como si las mujeres fuesen los hitos de la historicidad, pero fundando sus narrativas de origen sobre un cuerpo femenino violado. Es más, dice Christine Schmitt: ''En Grecia no existe ningún término que defina a la violación, de tal forma que los textos recurren a la idea de violencia física para designar este acto y utilizan vocablos que provienen del vocabulario político para explicar la vergüenza resentida por la víctima y la privación del honor (...) Como el lenguaje, la imagen enmascara a la violencia".

Me he remontado a una de las explicaciones más visitadas y conocidas de la violencia contra las mujeres, porque con ella se construyeron mitos, bellísimos, obviamente, altamente poéticos, siempre releídos, referencia obligada de nuestra cultura occidental y sin embargo muestra de esa ''capacidad de aceptación y obediencia que mostramos los seres humanos frente al orden establecido, con sus parámetros de dominación, sus derechos, sus privilegios y sus injusticias perpetuadas fácilmente, como sucede con La dominación masculina", título de una obra de Bourdieu.

La aceptación pasiva de la violación, su posibilidad de erigirse en mito de origen -la fundación del México colonial y la Malinche, por ejemplo- y disfrazar, mediante la mitificación, la violencia excesiva de la que procede, se agiganta cuando alguno de los políticos en turno, relacionados por su cargo con los asesinatos y violaciones de las mujeres y niñas de Ciudad Juárez -o ahora el presidente Fox-, declaran que ''los homicidios de mujeres están resueltos y sus culpables en la cárcel"; es más, cuando el Presidente agrega, reiterando un lugar común y una fórmula viciada, ''que hay otros lugares en el país donde hay el mismo número proporcional de homicidios con mujeres (sic) igual que los hay con hombres", constatamos esa severa enfermedad que corroe a todas las sociedades y constituye un escándalo intolerable.

Porque, como bien dijo Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, en 2004, en una campaña mundial contra la violencia de género, ''...Una mujer de cada tres sufre violencias graves por violación, agresión sexual o ataques. Es un mal extendido a lo ancho de todo el planeta que no conoce fronteras ni entre el Norte y el Sur, negros y blancos o ricos y pobres. Un terror disfrazado del que nadie quiere hablar. Las sociedades ignoran ese mal, los gobiernos cierran los ojos y hasta las mismas mujeres guardan silencio cuando son víctimas porque se las estigmatiza cuando lo denuncian y lejos de remediarla suelen agravar su situación".

Las bellas narraciones que disfrazaban la violencia les concedían a las mujeres griegas un lugar en la poesía y su genealogía remontaba a la época de una fundación porque explicaba un origen. No es un atenuante, es una verificación. Los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez son doblemente violentos: las asesinadas no alcanzan siquiera un lugar en la historia o el mito y se ven despojadas hasta de la posiblidad de iniciar su propia genealogía.

- Publicado originalmente en la Jornada de hoy.