Disculpen la falta de palabras. Pero es que es la verdad. ¿Quién nos dijo que el amor iba a ser algo fácil? Se han dicho millones de cosas sobre el amor en toda la historia de la humanidad, pero no creo que nadie, ni una sola vez, haya dicho que el amor es algo fácil. O que la vida sea algo fácil, for that matter. Hay consuelos, momentos felices, una sensación pasajera de alivio. Y hay el amor. Pero no es fácil. Nadie nos dijo que sería fácil. José Carlos Becerra, un poeta tabasqueño, tampoco pensaba que estos asuntos fueran algo fácil. Me sumo entonces a su plegaria, a su canto fervoroso. No era necesaria una nueva acometida de la soledad para que lo supiera. El amor no es algo fácil.
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Blues
de José Carlos Becerra
No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.
Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.
La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.
El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripcíón,
una voz esculpiendo su olvido.
Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en este azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.
Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nubes que el otoño piensa.
Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay la rama de un árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.
Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha al vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señales de viaje.
Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quien esté enamorado.
Aquí está la tarde para designar una ausencia.
Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el tiempo.
No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.
Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero.
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