Continuando con la tendencia ésta de publicar las cosas así como salen, "ya de ya", como si uno fuera un ponchador cubano de cigarros o alguien que prepara un panucho, presento ahora cuatro poemas que he escrito en las últimas semanas. El primero se explica por sí solo. El segundo, que en realidad es una diatriba contra el sexo seguro, es mi favorito de los cuatro. Un padre siempre prefiere a alguno de sus hijos, digan lo que digan la pedagogía y el "good parenting". El tercero es un homenaje mínimo a Haroldo de Campos y la poesía concreta brasileña. Y el cuarto es el menos poético de todos, pero por alguna razón cada vez que lo leo me provoca una sonrisa. Entonces, con la esperanza de provocar sonrisas más que náusea o indigestión, publico estos textos.
* * * * *
“Desincorporación”
Grito y trato de afirmar que no soy como mis padres.
Preferiría parecerme a mis abuelos, a los árboles.
Pues hay algo que nos une.
Su vejez y mi juventud van de la mano
viajan paralelas en las rieles del convoy del tiempo.
Hace algunas rimas lo intuí. Silbo finalmente, y lo comprendo.
* * * * *
"En fin"
Acaso nadie sabe cuál es el misterio del rectángulo.
El cántico del pescado, el siniestro murmurar de la cigüeña retransmitida.
Pero yo protesto.
Protesto ante los ojos cargados de escritura
Y escupo hacia los nombres abrumados de la infamia.
Protesto por la higiene, maldigo al látex, pisoteo cada nuevo paracaídas.
Y duermo solo.
* * * * *
"Elogio del dinero"
(a Haroldo de Campos)
El dinero es la termita el comején los gusanos
Nuestras manos los libros la madera los restos
Alcohol en botella para cajeras de banco.
* * * * *
“Juramento”
Silencio en el bajo vientre.
Es siniestro, inacabable. Crucificable
Abominable, e inclasificable.
Encendamos entonces los gallos.
Lancémoslos al fuego como si fueran garbanzos.
Vamos a salir del silencio.
* * * * *