No tengo mucho qué decir. Cuando uno ama, se ve sujeto a fuerzas difíciles de comprender, que incluso parecen sobrenaturales. Porque quizás en verdad lo son. Es el misterio de lo ajeno, del "otro". El cerebro de uno puede producir explicaciones, puede descifrar ciertos significados, puede iluminar sobre algunos temas. Pero el cerebro no aquieta al cuerpo, nada tranquiliza las estrañas más que un beso cierto y abandonado. No tengo mucho qué decir, más que eso.
Escuchando: "Dolor y perdón", un bolero de Benny Moré.
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