domingo, abril 25, 2004

Exorcismo

Que nadie se espante. Estos textos son como hojas sueltas de un diario personal, de un journal, de una bitácora en papel. Como solían ser antes. El primer texto, cuyo título hace referencia a Coltrane, fue el primer texto que recuerdo haber escrito después de regresar de Iowa, Estados Unidos, en mayo de 2001. Su lectura, al igual que la de los textos que lo acompañan, me ha revelado una especie de continuidad temática: tanto mis preocupaciones como mis satisfacciones han sido casi siempre las mismas. Entonces, comparto estos meses de mi vida con ustedes.

Escuchando: Hermeto Pascoal, "Live at Montreux Jazz Festival 1979"


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Escuchando "Soul eyes" de John Coltrane

¿Por qué la noche? Siempre me han gustado los gatos, pero esta noche me he dado cuenta de que soy uno de ellos. Yo no tiemblo: vibro. Yo no camino: merodeo. Yo no hablo: miro. Yo no necesito de la luz. Mis recuerdos son lo que se esconde en la oscuridad, pero a veces tengo la paciencia necesaria para desentrañarlos, o quitarles las entrañas como a un cadáver. No soy más que un impulso. Como siempre, el sonido de un saxofón me detiene y me obliga a mirar hacia atrás y a cerrar luego los ojos. Y con los ojos cerrados viajo de nuevo. Llego hasta ti, aterrizando en tu nuca o en tus párpados. Mi mano en tu cadera. Cada nota del saxofón es una palabra susurrada a los ojos, una y otra vez, repitiéndose como una cascada de atardeceres. Te vas haciendo de aire, te deslizas como el humo; siempre has sido un pájaro y tu naturaleza es seguir al viento. Yo en cambio sólo conozco el camino de vuelta al mar. Soy un pez, y tú eres la luna y las olas y las gaviotas y las tormentas. Y la calma y la brisa a las que finalmente regresaré.

25/mayo/2001

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(sin fecha)

No sé si es necesario recordar, pero cada noche recuerdo de todas maneras. Más que los rostros, más que las risas, incluso más que las miradas, lo que me obsesiona son las promesas incumplidas, las palabras nunca dichas, los abrazos no devueltos. Las cartas de amor que nunca entregué.

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31 de mayo de 2001.

Muy buen día. Vi "Requiem for a dream" con Dani y Enrique, y "The pillow book" por segunda vez, la que me impactó fuertemente. Pero estuve solo. Y en casa tuve una experiencia personal muy intensa leyendo a Kavafis: "La ciudad", "Itaca", "Dios abandona a Antonio". Recordé muchas cosas, y al volverse más claras las pude aceptar sin ninguna dificultad. He pensado mucho hoy acerca de la lejanía, de las distancias que separan a las personas. Fumar me ayuda, la música y el cine y la poesía también me ayudan. No sé cómo sería mi vida sin ellos.

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7 de junio de 2001.

Hoy fue un día sencillo pero lleno de significado. Almorcé en mi casa por el día del padre; jugué con Lucy y Aranza. Los niños son tan egoístas en su afán de juego y diversión que llegan casi a ser desinteresados. Hoy pensé mucho sobre el problema de la comunicación. Estuve un rato con ... casi todo el tiempo en silencio, fumando y oyendo jazz. A veces las cosas que compartimos con otras personas son precisamente las cosas que nos aíslan y nos mantienen en silencio. Me gustaría poder decir todo lo que pienso. Sigo solo, pero por momentos disfruto de esta tranquilidad. He estado leyendo el Tao Te Ching y "El lobo estepario". Steve Reich me ayuda a soñar, y el jazz me devuelve la vida.

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(sin fecha)

Si eres como yo, la sobriedad te servirá de exorcismo. La soledad también. Mi silencio obtiene sentido al escuchar a Billie Holiday jugar con un blues como si fuera un gato, o al acordarme de tu respiración entrecortada por gemidos y palabras de un idioma que sólo yo entendía.

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(sin fecha)

De nuevo la soledad se vuelve costumbre y voz
De nuevo la música es brújula y anzuelo.
Mis palabras son como peces que flotan inertes en las olas,
Despreciados por las gaviotas y por el horizonte,
Recordatorios escalofriantes de la muerte,
Siempre la muerte.
Leí algo que me describe:
Yo no invoco a la muerte,
La llevo dentro, silenciosa, en lo más hondo.
Es quizás el deseo de eternizar el instante
El taparse los ojos ante el sol
El no querer ser alguien.
Por eso huímos del silencio y del polvo
Por eso hemos puesto nombre a las cosas.
Por eso recuerdo
Y por eso sigo respirando.

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8 de julio de 2001.

Semana intensa. Estuvo Ani; aunque con Ani desde el principio he sabido de su fugacidad, como las cosas bellas ella es inaprehensible. No he pensado mucho en Shelley; ella y el año pasado completo poco a poco se van afianzando en mi memoria como algo ya lejano, como una película que has visto varias veces. Quisiera vivir solo. Y como siempre, Coltrane me reconforta y me maravilla.

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2 de agosto de 2001.

Hoy fue uno de esos curiosos días en que de hecho disfruto estar solo, y busco estar solo, pero al igual disfruto estar con otras personas. Compré dulces de miel para Shelley y le grabé Oscar Chávez. Y se me ocurrió que la inteligencia bien podría ser qué tanto nos acordamos de nuestra infancia, de nuestro pasado. Y no sólo la inteligencia en un sentido intelectual, sino de un modo emocional; y más aún, creo que mientras más recordemos de nuestro pasado más felices seremos, y mientras más bloqueemos recuerdos dolorosos, más infelices. Nunca quiero dejar de recordar.

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3 de octubre de 2001.

Hoy fue otro de esos días sencillos pero repletos de significado. Escuché algunas de las mejores historias que he escuchado de boca de mi padre. Soy afortunado de tenerlo. Llevo ya un mes de escuela, y estoy a punto de cambiarme de trabajo. Y guiado por Carlos Fuentes, quién lo hubiera dicho, me he dado cuenta de que la madurez consiste básicamente en renunciar a algunos (o a todos, en los casos más tristes) de tus sueños; los sueños que te hacen único. Me resulta triste mas no realmente doloroso. Y mantiene la confusión eterna sobre quién soy yo. Ojalá algún día sepa.

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