jueves, abril 22, 2004

Otro cuento mínimo; ahora vuelto regalo literario

Pues bueno, continuando con este género de los cuentos en nueve párrafos, corresponde ahora el turno de proporcionar un regalo de cumpleaños, uno sumamente atrasado sin que nadie lo dude, a mi querida amiga Malena. Ofrezco públicamente este regalo y mis sinceras disculpas por su (que en realidad es mí) impuntualidad. Y así, como todos los jazzistas desde Louis Armstrong han sabido, concluimos que no hay mejor regalo que el placer puro y desenfrenado, o al menos un relato de ese placer. Malena, con todo mi afecto, te ofrezco mi literatura.

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Fantasía erótica en nueve viñetas. Abril 2004.

Para Malena, en su cumpleaños.

1) Enciendes una vela y un poco de incienso. Cierras las cortinas. Pones una toalla debajo de la puerta. Sonríes en silencio.
2) Tu pareja yace acostada en la cama, con los ojos cerrados. Respira tranquilamente. No duerme. También sonríe. No tiene ropas.
3) Te quitas los zapatos, el cinturón, los calcetines. La ropa interior. Haces más ruido del normal y sonríes de nuevo.
4) Caminas despacio; estás en tu territorio. Tú dominas esta situación. Pones la música que a ti te gusta: baladas de jazz. Al primer compás, tu pareja gime desde la cama.
5) Sigues caminando. Alargas deliciosamente la espera. Sabes que te esperan. Tomas una pequeña botella de aceite aromático. Sirves unas gotas en tu mano. Tu pareja se acuesta boca abajo. Admiras su espalda, sus curvas, la forma de sus nalgas. Suspiras.
6) Viertes unas gotas de aceite en su cuerpo. Ella tiembla. Tus manos son firmes y conocen el camino. Amasas su espalda como si fuera una hogaza de pan. Recorres los huesos de la columna uno por uno. Aprietas y pellizcas las nalgas.
7) Bajas a los pies. Tu pareja se voltea boca arriba. Mirándola a los ojos, empiezas a besar sus pies. Muerdes cada uno de sus dedos. Avanzas mordiendo hasta las rodillas. Subes un poco más, y te detienes un momento a disfrutar de ese aroma a placer. Derramas besos y lengüetazos.
8) A punto de llegar al tesoro que guarda cada persona, decides jugar un poco más. Esquivas el tesoro y subes al ombligo. Le das una nueva forma con tus dedos. Luego te diviertes con los pechos: los estiras, aplastas, pellizcas, acaricias, besas, muerdes, lames. Tu pareja ha optado por comunicarse con gemidos, no con palabras.
9) Llegas a la boca. Te alimentas de ella. Ahora sí: el momento ha llegado. Entras. El juego apenas comienza. Los cuerpos son ya uno sólo. Uno queda arriba, luego el otro. Viajan juntos. Navegan juntos. Van al cielo juntos. Acaba el viaje. Abres los ojos. Sientes de nuevo el aroma, y la abrazas. No necesitas hablar. Comienza de nuevo el juego.

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