Medeski Martin & Wood y Sex Mob, domingo 6 de febrero
En la noche, después de haber almorzado las típicas quesadillas de los mercados del DF y con varias canastillas de cerveza encima, pasamos a buscar a Pollo y nos encontramos con Malena y Pável en el Salón 21, donde tocarían MMW y Sex Mob. A diferencia del Auditorio, un foro adusto y en cierta forma venerable—a pesar de los ataques terrorístico-visuales de posmodernidad antisolemne de las pinturas del Jazzamoart, el Salón 21 es una simple discoteca fresa ubicada en una zona fresa, decorada e iluminada sin mucha originalidad, repleta hasta el culo de gente, eso sí. Tuvimos la fortuna de contar con la presencia de mucha banda que habíamos visto la noche anterior con Shorter, músicos y aficionados como nosotros. Decidí no darle mayor importancia al asunto del lugar y empezar a emborracharme de una buena vez.
Todo eso cambió, no obstante, al poner un pie frente al escenario y descubrir que Sex Mob estaba sometiendo a los ilusos que esperaban un simple groove electrónico o tipo Jamiroquai. Dirigidos por el trompetista Steven Bernstein, quien también le da a la cantada, las piezas de Sex Mob mezclaban densos riffs que parecían sacados de alguno de los primeros cuatro discos de Black Sabbath con episodios de improvisación libre y explosiones de groove y funk de Nueva Orleáns tipo The Meters, todo guiado por la filosofía de improvisación eléctrica de los últimos grupos de los 70’s de Miles Davis (“Pangea”, “Dark Magus”, “Agharta”, entre otros, o sea lo más heavy-metalero de la augusta discografía del Miles), quizás la influencia más identificable en el sonido del grupo. Cabe resaltar el interesantísimo sonido de la trompeta con “slide” de Bernstein, un poco más sucio y áspero que el de la trompeta normal de pistones, el cual deconstruía mediante efectos como wah-wah y varios tipos de delays y distorsiones, con lo que el sonido del grupo se parecía aún más al de Miles de los 70’s. Como afortunado corolario, nuevamente gracias a los dioses, John Medeski y Billy Martin subieron al escenario durante la que parecía ser la última rola del set de los Sex Mob pero, ante los gritos y exclamaciones de júbilo de la gente, Medeski decidió quedarse al menos unos quince minutos y la banda extendió su jam hasta llegar a lugares insospechados. Sin duda una maravilla.
Terminó el grupo abridor y subí por unos vodkas y un poco de aire. Me encontré con el Billy Martin (baterista de MMW) caminando por la barra y estuve punto de saludarlo pero se le veía en pleno ligue con una chica así que no los interrumpí. Después salieron los Medeski Martin & Wood, y puedo decir sin ninguna vergüenza que estos cabrones son el trío más impresionante que me ha tocado ver en toda mi vida, no sólo de cualquier estilo de jazz o de música sino de cualquier arte. Así de grueso. Tocaron un set de casi dos horas sin parar—en momentos hacían pausas pero enseguida el Billy Martin sacaba un ritmo latinoso o el Chris Wood se echaba un solo de contra. Ambos, baterista y bajista, son geniales; no obstante, reservo mi máximo elogio para John Medeski, en mi opinión quizás el mejor organista vivo dentro del jazz (importante decirlo, acaba de morir Jimmy Smith, y bueno, aún nos quedan Big John Patton y el Dr. Lonnie Smith y Joey DeFrancesco y Larry Goldings, pero sinceramente prefiero a Medeski). Parece que toca todos los instrumentos en su arsenal de teclados: por momentos suena como piano, luego como guitarra eléctrica (de hecho tocaron "Hey Joe" de Hendrix), luego como sax, en fin. Faltan palabras para describir el sonido en vivo de estos tres bastardos. Como remate para la posteridad, y como tiro de gracia para nuestras sensibilidades en plena implosión, después de tocar un set de casi dos horas y retirarse del escenario, los MMW regresaron a escena y tocaron uno de sus famosos encores acústicos, con el John Medeski tocando ese teclado-tololoche híbrido de clarinete, teclado y acordeón, Chris Wood cargando su contra sin micrófono por todo el escenario y el Billy Martin de pie, fuera de la batería, con un set entero de percusiones colgado del cuello, como una especie de Rahsaan Roland Kirk percusivo del nuevo siglo. Y para colmo Steven Bernstein y el sax tenor de Sex Mob salieron al escenario contribuir al groove con unos buenos riffs y “voicings”. Todos ellos literalmente nos quitaron el aliento, y la gente los recompensó con una oleada salvajísima de aplausos y gritos que quizás los pobres músicos nunca habían escuchado en su vida—a excepción quizás de lugares como Japón o el Medio Oriente. Los MMW, ¡¡inigualables!!