jueves, marzo 04, 2004

Poesía de Omar Khayyam

-- A Shelley.


El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... En el aire de cristal se desgrana el canto del último ruiseñor... El aroma del vino es más suave... ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera, amada mía!


Consagra, a las luces del alba, tu copa de vino, que semeja un tulipán de primavera; consagra, a la risa de una adolescente, tu copa de vino, que recuerda su boca. Bebe, y olvida que el puño del dolor se abatirá bien pronto sobre ti.


Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o el débil amparo que les dejó la bruma? Tu cabellera, caída sobre tu rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar? ¡Despierta, amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos!


Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas. En la sombra azul del jardín, besan también el rostro de mi amada. A pesar de la felicidad que tuvimos, no añoro el pasado. ¡Es tan honda la dulzura del presente!


Bien sabes que no tienes ningún poder sobre el destino, ¿por qué la incertidumbre del mañana motiva tu ansiedad? Si eres prudente, goza el momento que pasa; lo futuro, ¿qué encerrará?


Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteará el destino. ¡Oh, mi pequeñuela! ¡Oh, mi preciosa copa! Levántate, y dame tus labios, antes de que me convierta en polvo.


-- Omar Khayyam