martes, mayo 17, 2005

Reseña del Segundo Festival Internacional de Jazz de Mérida 2005 (writer's cut)

Parte I: Preámbulo y premisas

Apropiándonos de la vieja costumbre literaria de comenzar un escrito con un epígrafe, tomaremos prestada una exhortación de la novelista Ayn Rand que reza: “No permitas que tu fuego se extinga en los pantanos desesperanzados de lo aproximado, de lo ‘no suficiente’, de lo ‘todavía no’, de lo ‘de ninguna manera’”; e insistiremos con otra frase de la también filósofa de origen ruso-estadounidense (cuyo genio estuvo empañado por sus lamentables tendencias conservadoras y anglo-expansionistas), que suena tanto a consejo como a sombría advertencia: “No permitas que el héroe en tu alma perezca, en solitaria frustración por la vida que mereces pero que no has podido alcanzar”.

Ambas frases, aún sin que uno las hubiera conocido previamente, fueron en síntesis el motor esencial y emotivo, núcleo y semilla, alfa y “habemus jazzus” del Segundo Festival Internacional de Jazz de Mérida 2005 (al que en lo sucesivo y para efectos de simplicidad nos referiremos como “el festival”, a secas), realizado del 12 al 17 de abril en esta ciudad capital. A continuación haremos un breve resumen de las circunstancias relativas a dicho evento. El festival se programó originalmente para ser realizado durante la última semana de enero del presente año; sin embargo, debido a la falta de apoyo económico e institucional y la triste coyuntura financiera provocada por la realización del carnaval de la ciudad y del festival de artes del ayuntamiento en esas mismas fechas, tuvo que posponerse el festival para el mes de abril, lo que implicó además perder a nuestra cabeza de cartel, el Trio Sud del guitarrista francés Sylvain Luc. Continuamos trabajando, no obstante, tratando de aprovechar el tiempo ganado para afinar ciertos detalles de la organización y especialmente lo relativo a los patrocinios y demás dineros. Se involucró a otros artistas al programa; entre ellos dos nuevas cabezas de cartel, la banda de electro-jazz francesa Wise y el saxofonista cubano Carlos Averhoff.

Me permito hacer un paréntesis en este instante para condenar, a nombre del público jazzófilo y melómano yucateco, la implacable y desafortunada falta de apoyo financiero por parte de las autoridades gubernamentales del Municipio y Estado y del sector empresarial de nuestra comunidad. Su gran error, incluso el de los que a duras penas dieron un apoyo pequeñísimo, es considerar que dando migajas se está “fomentando” la cultura. Aquí nadie nos engaña, señoras y señores: hay un verdadero desdén gubernamental y empresarial hacia la cultura, lo cual es probablemente una triste consecuencia de la falta personal de cultura de los individuos a cargo de dichas instituciones. Aunado a esto, la engañosa creación de patronatos corporativos con la supuesta intención de apoyar al jazz sólo contribuyó a empantanar el evento y a desgastar nuestro espíritu, creando más problemas de los que teóricamente debieron haber solucionado. Y finalmente, se tuvo que lidiar con costumbres pueblerinas como el nepotismo y el amiguismo, el cobro de salarios absurdos –por no decir infames– y la retención injusta del dinero de las taquillas por parte de cierto personal de instituciones involucradas en el evento. A pesar de lo visceral que podría resultar este alegato, creo que es innegable que la gran mayoría de los promotores culturales de nuestro Estado y país coincidirán con el mismo. Y para hacer honor a la verdad, cabe mencionar aquí a las notables excepciones individuales –gente con visión y desinterés, organismos que sí apoyaron– como la Escuela Superior de Artes de Yucatán, el restaurante Hacienda San Antonio, Grupo Sipse, Automaya, la Alianza Francesa, Telcel, el Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya del Estado, la Secretaría de Turismo del Estado, el sitio web Negociosmerida.com, etc.

Pero aquí venimos a hablar y a leer sobre música, no sobre política ni reclamos o condenas. Como diría el gran Frank Zappa: “shut up and play your guitar” (aunque el propio Zappa también pensaba que “hablar de música es como bailar arquitectura”). Y nunca olvidemos que la realidad es lo que nosotros queramos que sea, no lo que nos imponga la estructura reaccionaria y obtusa que únicamente pretende conservar su espuria prepotencia política o económica. Algún día la imaginación llegará al poder (como proclamaban los estudiantes franceses en mayo del 68) y las cosas serán diferentes.


Parte II, MARTES 12: “El jazz y la pintura son lo mismo

Comenzaron oficialmente las actividades del festival el martes 12 de abril con una exposición de pintura, dibujo, escultura y fotografía titulada “Contrapunto”, en la que 40 artistas –yucatecos, nacionales, internacionales radicados en Yucatán, etc., entre los que se cuentan de manera enunciativa mas no limitativa a viejos y jóvenes conocidos de la audiencia pictórica yucateca como Gabriel Santos, Octavio Peniche, Katrin y Stefanie Schikora, el propio Ariel Guzmán, Rafael Lores, los estimados Alonso Maza, Victor Pavón, Eduardo Cervantes, Mauricio Mergold y Nancy Abraham­– redujeron el margen de diferencia entre dos disciplinas artísticas en apariencia dispares como son la música y la expresión visual. No es necesario abundar aquí sobre la forma en que las artes visuales han estado ligadas a la historia y desarrollo del jazz; basta recordar el trabajo de artistas tan diversos como Piet Mondrian, Henri Matisse o Jean-Michel Basquiat, o el propio Jazzamoart en México, para convencerse de la naturaleza transgresora e incluso incestuosa de dicha relación. Las obras de estos creadores nos hicieron cómplices en la sospecha de que el jazz es uno de los géneros musicales más fáciles de interpretar para los artistas visuales, ya que les permite improvisar gráficamente y acaso facilita la libre producción de las ideas. Aunado a esto tenemos la plasticidad y el gran potencial en materia visual de los instrumentos propios del género (saxofón, trompeta, contrabajo), así como la actitud dramática o dramatizable de un gran número de músicos al momento de ejecutar, inspiración indudable tanto para los artistas figurativos como para los fotógrafos. Hubo una breve y sencilla ceremonia de inicio, seguida de vino y bocadillos, y después nos dedicamos a examinar los cuadros.


Parte III, MIÉRCOLES 13: “¡Cómo carajos no va a haber jazz en México!

La carga de realizar el primer concierto del festival estuvo en manos del cuarteto del DF Jazz Son 4, quienes tocaron un set de casi dos horas debido a los problemas aéreos sufridos por la banda argentina Trío 4. Jazz Son 4 propone una interesante síntesis del jazz latino a través del uso de elementos esenciales como las congas y otras percusiones y una interesante instrumentación compuesta por flauta, guitarra eléctrica y bajo eléctrico, además de las ya mencionadas percusiones. Cabe hacer notar el efectivo contraste entre las dos voces solistas del grupo; por un lado el diestro flautista Pablo Wong, con un estilo caliente y enérgico que hace uso de técnicas como el sobre-soplado y de citas de solistas de la talla de John Coltrane, y por el otro el excelente guitarrista Emmanuel Mora, cuyo método se acerca más al refinamiento y la sobriedad de músicos como Pat Metheny o incluso Bill Frisell. En otras palabras, la flauta se encarga propiamente del ataque y de la intensa expresión propia de los solos del jazz latino, mientras que la guitarra funge el papel de creador y regulador de texturas. La banda interpretó standards beboperos y hardboperos como “Scrapple from the apple”, “Donna Lee”, la balada “Angel eyes”, “Jordu”, “Penthouse” de Sonny Rollins, “Funkallero” de Bill Evans; standards latinos como el clásico tema “Guataca city” del cubano Paquito D’Rivera –una de esas melodías que parece que han existido desde siempre– y “Monte adentro” de Orlando Valle, así como temas originales incluidos en el primer disco de la banda, “Afro-américa”, de inminente aparición (tal como reportó puntualmente nuestro amigo Antonio Malacara en las páginas de La Jornada, al reseñar el excelente disco “Songo Wes” de Emmanuel Mora, también de reciente factura), como las piezas “Icteology”, “Caribe blues” y “Afro-américa“ de Emmanuel Mora y la interesante pieza “Sólo coincidencia” de Pablo Wong, siendo estas dos últimas acaso las mejores interpretaciones del concierto. Es necesario decir que el público del teatro Peón Contreras quedó gratamente impresionado con el sonido y el estilo del grupo, quienes fueron ampliamente ovacionados al final de su presentación.

Posteriormente, al filo de las once de la noche, mientras algunos miembros del respetable comenzaban a retirarse, tuvimos la primera de las tres apariciones magistrales del pianista mexicano Héctor Infanzón, una de las glorias de la accidentada y maltrecha, aunque terca e insistente historia del jazz en nuestro país. Infanzón nos deleitó con un concierto en solitario mediante el que, acompañado únicamente de un piano Steinway, de su increíble capacidad rítmica y melódica y su formidable poder de improvisación, nos transportó a diversas regiones de ese concepto tan difícilmente asequible que hemos dado en llamar “mexicanidad”. El pianista y compositor, respecto de quien no titubeamos en utilizar el adjetivo de “maestro”, interpretó cuatro temas que se alargaron más de diez minutos cada uno, para el regodeo y júbilo de los melómanos asistentes. Arrancó su set con la clásica balada “Lush life” de Billy Strayhorn, el genial colaborador de Duke Ellington, en donde salieron a relucir algunas de sus influencias claves como Keith Jarrett y Thelonious Monk, quienes a pesar de la disparidad de sus estilos comparten un total dominio del instrumento, un fervoroso aliento rítmico y el uso admirable de melodías ingenuas. Continuó con el tema “Cuando no estén”, de su propia autoría, en donde reflejó su amor a los estilos de “swing” y “stride”, personificados por pianistas clásicos como Teddy Wilson, Art Tatum, Oscar Peterson y el propio Ellington. Luego nos sometió a una intensa meditación pianística de más de quince minutos, completamente improvisada y que nos recordó a los últimos discos en solitario de Keith Jarrett (como “The melody at night, with you” y su más reciente producción “Radiance”, ambos de la disquera alemana ECM). Por último, y empezando con las tres mismas notas con que Jarrett comenzó su aclamado concierto de Colonia, Infanzón remató con el tema original “Rincón brujo”, en donde las influencias del huapango y de la música tradicional de Veracruz se suman al alegre y vital sonido de las grabaciones de los 70’s del sello estadounidense Impulse, acaso con destellos del difunto maestro catalán Tete Montoliú.


Parte IV, JUEVES 14: “Que el jazz esté en nuestros corazones

Con esa exhortación de nuestro director general Ariel Guzmán arrancó el segundo día del festival. Ante la expectativa del público asistente al teatro Peón Contreras, tuvimos al primero de los grupos internacionales del evento, el cuarteto de la cantante canadiense Sienna Dahlen. Al frente de un trío de guitarra eléctrica, contrabajo y batería, Sienna interpretó un programa de standards clásicos para cantantes y algunos temas originales, todo esto ejecutado impecablemente a través de un estilo en esencia “cool”. Sienna salió al escenario con un vestido de noche, tacones y una boa al cuello, todo de color negro, y no tardó en arrancar suspiros y piropos del respetable. Con suaves dosis de una tesitura gruesa, nunca falta de ternura, un excelente manejo del micrófono, una sensual presencia escénica y efectivos momentos de scat, Sienna nos hizo recordar la inigualable capacidad de los cantantes de jazz –y de cualquier otro género– de llegar directamente al corazón de sus oyentes, mediante un acertado repertorio con temas como “Old devil moon”, “Beautiful love”, “You’d be so nice to come home to”, entre otros, y dos blues arrabaleros como “Cry me a river” y “Ain’t I good for you”, interpretados con una nobleza envidiable. Cabe destacar también el excelente trabajo en las escobillas del baterista Jim Doxas, quien ha acompañado a músicos de la talla del trompetista neoyorquino Dave Douglas, entre otros.

Para cerrar la noche tuvimos la espectacular presentación del nuevo trío de Héctor Infanzón con el contrabajista Aarón Cruz y el baterista Giovanni Figueroa que, junto con los conciertos del saxofonista cubano Carlos Averhoff y de la banda francesa Wise, fue a juicio nuestro el plato fuerte de todas las actividades del festival. Interpretando únicamente temas originales incluidos en su anterior producción “Nos toca” y otros de próxima (y anticipadísima) grabación, Infanzón destiló “swing” y “blues” en todo momento y demostró una felicidad absoluta de compartir el escenario con músicos jóvenes tan talentosos, disfrutando a todas luces del riesgo que implica el crecimiento musical continuo. El primer tema fue “El vago” e inició con una larga introducción en la que Héctor tocó las cuerdas del interior del piano al unísono con un “vamp” interpretado por Aarón y Giovanni, con la soltura que otorga el haber adquirido un dominio casi total sobre el instrumento. Continuaron dos temas nuevos titulados “Nos la debíamos” y “Como en feria”; el primero incluyó un grandioso solo de batería de Giovanni Figueroa, quien a juicio de un servidor fue (junto con el canadiense Jim Doxas) el mejor baterista del festival, y el segundo fue un hermoso huapango que demostró una vez más la altísima musicalidad del trío y especialmente la increíble empatía existente entre Héctor y Aarón Cruz, quien fue asimismo el mejor bajista del festival. Para dejar las cosas en claro, no dudo en afirmar que Aarón y Giovanni fueron la más consistente sección rítmica de todas las que vimos en abril, y proclamo a todos los vientos que el futuro deparará largos éxitos a estos dos jóvenes músicos. El trío prosiguió con una balada danzonesca de reciente factura titulada “No porque me acuerde”, con introducción y coda a piano solo por Infanzón y un hermoso solo de contrabajo en el que Aarón se lanzó como un valiente a los registros más agudos de su instrumento. Pocas bandas tienen la capacidad de mejorar con cada pieza pero el trío de Infanzón lo hizo sin ninguna dificultad, lo que habla de la sabiduría del pianista al escoger su repertorio. Luego vino “La chiquita”, tema antiguo de Infanzón, que posee la característica complejidad –oculta dentro de una aparente ingenuidad melódica– propia de las mejores composiciones del jazz latino. Compartiendo con el trío el gozo provocado por la búsqueda y feliz encuentro de nuevos caminos musicales, no pude dejar de recordar el verso del poeta mexicano Gabriel Zaid que reconoce que “Ir es encontrar”. Por último, y doliéndonos las manos de tanto aplaudir, el trío cerró su presentación con la pieza “Azúcar” que constó de una delicada introducción de piano la cual se transformó ante la fuerza de un empuje rítmico quizás en homenaje a Monk y al cubano Chucho Valdez, y que incluyó apasionados solos de contrabajo y batería.


Continuará.