El consumo de drogas, todas, sigue siendo potencialmente un delito. El Código Penal Federal es premeditadamente ambiguo al dar una estrechísima posibilidad a los usuarios. Artículo 195: "no se procederá en contra de quien no siendo farmacodependiente se le encuentre en posesión de alguno de los narcóticos señalados en el artículo 193, por una sola vez y en cantidad tal que pueda presumirse que está destinada a su consumo personal." Como se ve la interpretación es al gusto de la autoridad y sólo para estar a un mínimo tono con las tendencias internacionales de carácter liberal.
La Ley General de Salud, artículo 234, el otro referente, señala que son estupefacientes 110 principios activos de fármacos y las de origen vegetal señaladas en la propia ley. El resumen es éste: son drogas ilícitas la mariguana, los opiáceos, adormidera, cocaína, los fármacos que señala la ley de salud y las drogas sintéticas o de diseño. Así que todos somos presuntos presidiarios.
En relación con las tendencias del consumo, la prevalencia de los fármacos: estimulantes y depresores, antidepresivos y ansiolíticos es enorme aunque sorda, respecto de vegetales o derivados. Sería difícil encontrar un botiquín doméstico donde no exista un fármaco sujeto a control sanitario, principalmente entre clases medias y altas y muy acusadamente para el consumo por el género femenino. La más clara presencia del consumo de cocaína y opiáceos se debe más a razones de orden mediático que a las realidades del consumo. Otra razón sería que los fármacos suelen ser de uso discreto mientras que los vegetales y derivados, esencialmente la mariguana, incluidas por supuesto la cocaína y heroína, dan "prestigio social" con su consumo público.
Como respuesta a esa visión tan corta y represiva por parte del gobierno, el problema de las drogas se agrava. Los indicadores disponibles apuntan hacia mayor complejidad, dado el abandono en que se tiene una visión integral, a la postergación de los programas preventivos y de rehabilitación, la sustitución de cultivos que no se ha ensayado o es un fracaso, la creciente trasnacionalización del genéricamente llamado narcotráfico es un hecho y el ineficiente control de la venta ilícita de fármacos y su producción ilegal.
Los países tradicionalmente grandes consumidores siguen aumentando sus demandas; los países que tradicionalmente éramos de producción y tráfico ahora somos crecientemente consumidores. Por ello sigue aumentando la producción y el consumo de cocaína, heroína, mariguana y otras drogas ilícitas tradicionales y sintéticas. El abuso de los fármacos, por oscuro, todavía no alcanza el nivel en la conciencia social que fuera necesario. Sin embargo, los farmacodependientes abiertos y encubiertos aumentan cada día.
Todo esto sucede ante un sistema incapaz en la destrucción de plantíos, en la intercepción de precursores, la detención de medios de transporte y armamento, la intercepción de drogas ilegales en trayecto, los controles a la comercialización de los fármacos, la detección e inmovilización de grandes capitales productos de las actividades delictivas.
El control al tráfico de armas es un fracaso, pues no ha sido ni siquiera intentado formalmente. Se le sigue identificando como algo consecuencial, como un delito asociado a otros, principalmente con los referidos contra la salud, no se le da atención individualizada. No se ha formulado la visión estratégica de que el tráfico de armas es un flujo que responde a enormes intereses comerciales, con orígenes en nacionalidades diversas, pero principalmente estadunidense.
Consecuencia de ello es que México no exige a país alguno una responsabilidad por su exportación ilícita de armamento, que sería un argumento útil para equilibrar tantas acusaciones en nuestra contra. La relación de las autoridades mexicanas con la Oficina para el Control de las Armas, Tabaco y Alcohol (ATF) del Departamento del Tesoro del gobierno estadunidense propiamente nula, siendo esta agencia la responsable del control de la comercialización legal e ilegal de armas en Estados Unidos.
Los narcotraficantes varían frecuentemente tanto sus rutas como su forma de operación. Las bandas se liquidan unas a otras constantemente. Las triunfadoras en la lucha siguen ciclos vitales rapidísimos. Nacen, crecen y mueren en poquísimos años. Otras las sustituyen. Las instituciones más respetables se corrompen ante el azoro social y el desprestigio internacional. El problema de las drogas no se circunscribe solamente a la producción y el consumo, involucra además un complejo sistema de organizaciones criminales de alcance internacional.
Ante este panorama tan desalentador es imprescindible buscar alternativas, pero esto debiera hacerse con profunda seriedad y responsabilidad puesto que estamos hablando de la suerte de las futuras generaciones. Se escuchan constantemente voces que expresan que la solución no está en el control de las drogas, sino en su liberalización; creo que en el fin de su propuesta pudieran tener razón, pero, como frecuentemente se observa en proposiciones, éstas suelen no decir cómo alcanzar el fin sin correr el riesgo de generar un auténtico caos.
Para mayor enredo, si ya se hubiera optado por lo anterior, tendríamos que precisar, ¿de qué drogas específicamente estamos hablando?, ¿quiénes serían legalmente los productores, distribuidores, comercializadores y, en este caso en particular, quiénes podrían ser los legítimos consumidores? ¿Será posible lograr el consenso de los 190 países miembros de la ONU, los altamente desarrollados y los cada vez más depauperados, sobre las cuestiones anteriores?
Porque, de ser afirmativas las respuestas, lo que a mí me parece imposible bajo las condiciones actuales, la despenalización debiera darse en los mismos términos y simultáneamente en todo el universo para evitar un auténtico caos, éste sí globalizado.
Finalmente, como en el caso de todo el comercio y particularmente el de las drogas lícitas, ¿cuáles serían los complejísimos sistemas de control a la venta? ¿Están todos los países del mundo en condiciones de instalar, operar y financiar las estructuras requeridas? Ojalá sea convincente con mi afirmación de que la gran discusión está pendiente. Pero hay algo más sobre lo que alertar y es imperativo: muchos países, incluido Estados Unidos, están adoptando ante la impotencia la estrategia de la tolerancia.
- Un artículo de Jorge Carrillo Olea, publicado en la Jornada de hoy.