lunes, noviembre 14, 2005

El desafío del free jazz: reseña del concierto de Trío Oriente y ((O))rbit en Unas Letras, viernes 28 de octubre de 2005

Si el jazz es una música de minorías, tal como afirmaba el infatigable crítico e historiador alemán Joachim Berendt, el free jazz viene a ser una música para una minoría entre las minorías. Triste verdad, pero esto al mismo tiempo nos permite dar saltos de gusto y sentirnos privilegiados ante cada oportunidad de apreciar en vivo este incomparable estilo de improvisación.

Antes de avanzar, refirámonos nuevamente a Berendt (todas sus citas son tomadas del libro “El jazz: de Nueva Orleáns a los años 80”) para repasar los conceptos fundamentales objeto de la presente reseña. Entiéndase por free jazz una música que integra, entre otros, los siguientes elementos: “una irrupción de la atonalidad, una nueva concepción rítmica que se distingue por la disolución de la métrica, el realce de la intensidad en la ejecución y una extensión del sonido musical hasta invadir los ámbitos del ruido”.

Desmenucemos. La atonalidad consiste en dejar de lado la ejecución de las notas tradicionales o consonantes (do, re, mi, fa, etc.) y con esto crear disonancias o sonidos que en primer término resultan “desagradables” para el oído. La disolución de la métrica consiste en abandonar los ritmos percusivos tradicionales, en su mayoría basados en cuatro tiempos (2/4, 3/4, 4/4, etc.), es decir, perder ese ritmito “tu-pa, tu-pa…” o ese “tu-tu-pa, tu-tu-pa…” característico de las canciones de rock y de prácticamente todos los géneros. Sobre la intensidad en la ejecución no hay mucho que explicar: en lugar de recitar o declamar una frase, los músicos de free jazz gritan, vociferan o incluso susurran. Y por último, aunado a todo lo anterior, esta música roza los límites del ruido, definiendo éste como un sonido inarticulado y confuso que por lo general se produce a gran volumen, pero que al mismo tiempo logra incluso asimilarse al silencio, tal como soñaba John Cage.

Entonces, ¿quiénes hacen free jazz en nuestro país? O quizás la pregunta debería ser: ¿quiénes se atreven a hacer free jazz en México? Para responder adecuadamente hay que aclarar que deben existir acaso unos 300 o quizás 400 músicos profesionales de jazz en la República (pensando con optimismo), y que de éstos unos 15 o 20, prácticamente todos residentes del Distrito Federal, ejecutan o experimentan regularmente con la improvisación libre. Tal como cita nuestro estimado Alain Derbez en su libro “El jazz en México: datos para una historia”, ya decía el trompetista y percusionista veracruzano Rafael Figueroa a finales de los 80’s que: “el jazz libre en México no existe. Así de fácil,” para sin embargo continuar diciendo que: “los músicos free-jazzeros de este país se las han arreglado para manchar esa inmaculada y absoluta verdad [la ausencia de free jazz en México], mediante su sola existencia”.

Entre ellos, los héroes del free jazz en nuestro país, debemos enunciar al pionero absoluto, el saxofonista Henry West, quien a mediados de los 70’s colaboró tanto con el trompetista norteamericano Don Cherry como con los happenings multimedia dirigidos por Alejandro Jodorowsky. También es necesario mencionar al maestro Francisco Téllez y la labor que ha desempeñado con el Cuarteto Mexicano de Jazz (que incluye al formidable sax tenor Pablo Salas) y la Orquesta de Jazz Libre del Distrito Federal; a los integrantes de la Banda Elástica; a los integrantes del fantástico trío Cráneo de Jade: el saxofonista Remi Álvarez, el contrabajista Aarón Cruz y el baterista Hernán Hecht; a los integrantes de la banda Sociedad Acústica de Capital Variable, agrupados alrededor del multiinstrumentista Marcos Miranda; al saxofonista Germán Bringas; al contrabajista Rodrigo Castelán; y finalmente a los músicos de generaciones cercanas a la mía, veinteañeros rayando en los treinta como el baterista Enrico Solano, el contrabajista Arturo Báez y finalmente nuestro estimado guitarrista yucateco Armando Martín, cuyo pasado concierto es el tema de la presente crónica, y quien sin duda alguna es uno de los músicos más originales y radicalmente individualistas que haya surgido de las tierras del Mayab.

Armando se presentó en su ciudad natal como parte del ciclo de conciertos coordinados por la agrupación yucateca Peripherial: performing arts company en cuya organización colabora un servidor, con el amable patrocinio de Unas Letras. Bajo la leyenda de “concierto de música electrónica experimental y free jazz”, nos dimos cita en el local de Unas Letras el viernes 28 de octubre de 2005, una noche cálida y propicia para lanzarnos ciegamente hacia una entropía sonora de la cual saldríamos gratamente recompensados.

El set inicial fue ejecutado por el dueto de DJ’s Malverde versus Augusto Palma. Permí- tanme excusarme de reseñar dicho set debido a que un servidor y el DJ Malverde son la misma persona. Únicamente explicaré que nuestra música fue un tributo a dos corrientes musicales que nos apasionan: una que he bautizado como “deep salsa” y que incluye varias joyas de la música afrocubana editadas por sellos neoyorquinos como Fania, Tico, Cotique, y la otra siendo el afro-funk de los 70’s, de gente como James Brown y Fela Kuti.

Inmediatamente después de que un acetato de Héctor Lavoe nos recordara por qué éste sigue siendo el rey indiscutible de los cantantes de salsa, Armando Martín lanzó como un disparo los primeros acordes de su pieza “Monte Adentro”. Poco a poco fueron integrando sus voces los otros dos miembros del Trío Oriente, primero el baterista Daniel Galaz y luego el guitarrista Leonel Traconis, quien esa noche tocó el bajo eléctrico. El público asistente, aproximadamente unas 100 personas, tomó asiento y se dispuso a escuchar el arriesgado discurso musical de estos tres intérpretes. Tras improvisar colectivamente por algunos minutos, Armando interpretó el tema de la pieza y prosiguió con un largo solo de guitarra que empezó a calentar los motores de la concurrencia. El sonido de Armando es una mezcla de las frases cortadas y puntillistas del bebop con los acordes disonantes del post-bop de finales de los 70’s, filtrado todo por la influencia de diversos guitarristas de rock, de guitarristas de las primeras épocas del jazz fusión y sobre todo de lo que se ha dado en llamar el “sonido ECM”, especialmente influenciado por guitarristas como Terje Rypdal. Aunado a esto, Armando crea fantásticos “drones” (sonidos intensos y repetitivos) y “loops” (ritmos repetitivos) mediante un sistema de pedales de efectos, que nos recuerdan los experimentos minimalistas de músicos como Terry Riley y Steve Reich, y en algunos momentos especialmente climáticos utiliza las técnicas vanguardistas de guitarristas de free jazz como Sonny Sharrock e incluso Derek Bailey.

Posteriormente interpretaron otra pieza original de Armando titulada “Final de Verano” que incluyó agresivos solos de guitarra y batería.
Luego, Leonel inició su composición “Esquivando las Máquinas” con un rítmico solo de bajo eléctrico, para dar lugar después a un obligado seguido de un groove industrial. Por último, el trío cerró con una improvisación libre en la que destacó especialmente la interacción entre Armando y el joven baterista de 17 años Daniel Galaz, quien a juzgar por lo que oímos esa noche promete ser uno de los músicos que saque a Yucatán del letargo percusivo que vive en materia de jazz. Cabe mencionar que las tres piezas que tocaron, más la improvisación libre, fueron de más de quince minutos cada una, lo que ofreció un amplio espacio para la interacción entre los músicos.

Cerró la noche el dueto deno- minado ((O))rbit, integrado por los hermanos Iván y Oscar García, y cuya originalidad consiste en que interpretan piezas electrónicas compuestas por ellos mismos, lo cual los distingue de la multitud de DJ’s locales y nacionales que únicamente mezclan la música de otros intérpretes. Este par de músicos describen sus piezas como una mezcla de downbeat, ambient, house y música étnica, enfocando sus baterías hacia un sonido más orgánico. El público quedó ampliamente satisfecho por los ritmos tribales y las composiciones oscuras y poco complacientes de dicho dueto. Sin embargo, los miembros de ((O))rbit se vieron forzado a concluir su set anticipadamente debido a unos infaustos problemas técnicos con sus laptops.

Finalmente, la velada concluyó como un sano recordatorio de que sí existe el free jazz en México, y que especialmente sí existe el free jazz en Yucatán. A principios de diciembre, el sábado 3 de dicho mes, continuaremos nuestras exploraciones sónicas free-jazzeras con un dueto excepcional entre el ya mencionado y elogiado Armando Martín y el saxofonista de Nueva Zelanda Blair Latham, cuya llegada a Mérida es una de las más interesantes adiciones que haya tenido este año la escena jazzística local. Demostremos que, tal como afirmaba el saxofonista Ornette Coleman, uno de los padres del free jazz, “¡la belleza es una cosa extraña!”.