Quizás algunos de los lectores más adolescentes de este blog no sepan lo que es un "mix tape". Rápidamente podremos definirlo como una compilación de rolas puestas por un audiófilo en un cassette (artefacto portátil que permitía la reproducción auditiva utilizando cinta magnética, anterior a los mp3 y al Ipod), que normalmente entregaba el compilador a un amigo suyo aficionado a la misma música o a una chica guapa a la que quisiera ligarse. Mi historia con las compilaciones empezó desde la infancia con los cassettes que me hacía mi tía Marilú (algunos muy épicos: Chamín Correa con Víctor Yturbe "El Pirulí" ―que es, y será siempre, una real daga―, las Pandora cantando a Juan Gabriel ―del cual, la verdad, no me avergüenzo―, el Bachata Rosa de Juan Luis Guerra y los 4:40 ―que aún adoro―, pero agarró una fuerza especial cuando conocí a la banda rockera a finales de la secundaria (Felipe Atómiko, el tan olvidado Panqué, Christian Yépez), y a la metalera a inicios de la preparatoria (Luis y Javier Gamboa, Enrique, Anwar, etc.). Mario Helguera me hizo también unos mix tapes bastante chingones al inicio de mis exploraciones del jazz hace unos seis años, con música de Tete Montoliú, Anita O'Day, Clifford Brown, ¡e incluso Guadalupe Trigo!
Entonces, con ningún otro objetivo más que el de educar a las futuras (en algunos casos presentes) generaciones de clavados musicales, les dejo con esta explicación gráfica en dos partes sobre la importancia de los mix tapes, sobre la cual leí por primera vez en Bagatellen y que es de la autoría de un tal Jonathan Hill: