La noche del miércoles 29 de marzo el maestro Salvador Elizondo, uno de los autores fundamentales de la cultura mexicana, "pasó dulcemente del sueño a la muerte, a los 73 años y como él quería: sin sufrimiento y rodeado de su familia, en su cama", narró a La Jornada su esposa, la fotógrafa Paulina Lavista.
El autor de una de las obras clásicas del siglo XX, Farabeuf, libró una batalla ejemplar contra el cáncer. Hace pocos meses dio a conocer la redición de esa obra en ocasión del 40 aniversario de su publicación y otorgó su última entrevista a La Jornada para sellar tal ocasión.
Ayer, cuenta Paulina Lavista, ''el desenlace ocurrió rápidamente. En su habitación, rodeado de sus hijas (su hijo Pablo vuela en avión para despedirlo), tranquilo, tuvo una agonía de sólo unas cinco horas y su tránsito del sueño a la muerte fue tranquilo, en reposo".
El maestro Elizondo, añade su esposa, ''deja una obra considerable. Una de sus últimas alegrías consistió en que llevamos él y yo la semana pasada su última obra al Fondo de Cultura Económica (FCE), a la que alcanzó a poner el título: Pasado anterior, y reúne más de 300 artículos que publicó en el viejo unomásuno, que es el antecedente de La Jornada".
Ese libro será publicado en breve. Mientras tanto, los restos mortales de su autor estarán a partir de las 11 horas en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas.
Salvador Elizondo recibe hoy un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, de 14 a 16 horas; luego será incinerado.
La muerte no era un tema que preocupara a Elizondo, según manifestó en la entrevista concedida a este diario. Dijo que la conoció cuando fue sometido a una operación quirúrgica hace cerca de tres años:
"La muerte es nada. ¡Nada! Creo que si hay infierno y cielo, será muy divertido. Las 10 horas que estuve con anestesia, son las mejores que he pasado en mi vida, sumido en la nada: ni más grande ni más chico, ni más bueno ni más malo, ni más corto ni más largo. Todo da igual."
Salvador Elizondo Alcalde -dice su ficha correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, de la cual era miembro de número- nació en la ciudad de México en 1932.
Hizo sus estudios de primaria en los colegios Alemán y México, de secundaria en una escuela particular en Estados Unidos y de preparatoria en la Universidad de Ottawa.
Posteriormente efectuó cursos para el diploma en Inglaterra, Francia e Italia. Solamente obtuvo el de Cambridge, años más tarde. Como nunca pudo revalidar sus estudios hechos en el extranjero tuvo que asistir a la universidad a título de alumno irregular.
Asimismo, cursó la carrera de artes plásticas ante de decidirse definitivamente por las letras, área en la cual también ejerció la docencia. Entre otros centros, en el seminario de Poesía Angloamericana Comparada en la Dirección de Estudios Superiores de la Universidad Nacional Autónoma de México y desde 1968 fue asesor literario del Centro Mexicano de Escritores.
Para el también poeta, ensayista, dramaturgo y crítico, resultaba curioso e inclusive divertido que se le encasillara como escritor maldito, de acuerdo con lo dicho en una entrevista con este diario en 2005:
"Eso de escritor maldito viene por un libro que escribió Verlaine sobre algunos de sus contemporáneos. A mí me parecería fantástico ser un escritor maldito como los que Verlaine pone en su libro. Maldito, ¿en qué sentido?, les diría yo, si he sido feliz toda la vida y no siento que recaiga, hasta ahorita, ninguna maldición sobre mi vida, más que esta operación que me hicieron hace casi dos años, que era una cosa necesaria."
Además de Farabeuf o la crónica de un instante, la amplia bibliografía de Elizondo comprende títulos como Poemas (1960), Luchino Visconti (1963), Narda o el verano (1966, cuentos), Autobiografía (1966), El Hipogeo secreto (1968) y Cuaderno de escritura (1969).
También El retrato de Zoe (1969), El grafógrafo (1972), Contextos (1973) Museo Poético (1974), Antología personal (1974), Miscast (1981), Camera Lucida (1983), La luz que regresa (1984) y Elsinore (1988).
En los albores de 2000, Elizondo habló también con La Jornada en torno de su quehacer literario. Dijo entonces: "(...) Creo que los temas que se abordan en mi literatura y la manera de hacerlo corresponden a una cierta determinación del lector que no comprende o no abarca al público general, sino a un público que más o menos esté interiorizado en las formas de la literatura que yo utilizo."
"No podría de ninguna manera pensar que mis libros están destinados a todos, desgraciadamente. Pero así es la vida, no puedo cambiar mi personalidad. Por otra parte, creo que esto de los libros especializados no es un problema estrictamente mío. Creo que todos los libros tienen un público particular que es quien los aprecia."
Salvador Elizondo consideraba a El grafógrafo como su "obra con mayúsculas, sin olvidar desde luego el resto de mis trabajos. Pero yo al menos, muy modestamente, me quedaría con ese solo trabajo".
- Publicado originalmente en La Jornada de hoy.