"HASTA AHORA, los mexicanos instalados sin documentos en Estados Unidos sólo habían tenido peso demográfico. Eran muchos, pero dispersos, desorganizados, apenas una masa laboral silenciosa que, guardándose de no hacer nada público ni estructurado que pudiera significar deportaciones individuales; apenas tenía como conciencia política la noción de la injusticia social mexicana que le había obligado a cruzar la frontera norte y la percepción de que el arrogante poder institucional estadunidense le quedaba demasiado lejos, inalcanzable.
EN ESTOS DIAS RECIENTES se ha producido una vertiginosa transformación que ha hecho a los mexicanos indocumentados dar un salto cualitativo: de la densidad demográfica a la protesta política, de la invisibilidad histórica a la manifestación pública, de las mutuas condolencias privadas a la proclama y la exigencia colectivas. En cuanto se ha desperezado el gigante hispano dormido, el otrora desdeñoso aparato imperial ha tratado de aprobar medidas de transición que dejen atrás la virtual esclavitud, hipócritamente disimulada por una economía gringa que sucumbiría sin la mano de obra de los latinoamericanos llegados sin permiso oficial.
LOS ACUERDOS a los que llegó ayer un comité del Senado del país vecino para proponer al pleno de esa cámara formas que frenen las protestas en curso son apenas el inicio de una lucha larga y complicada para que salgan de las sombras quienes pagan miles de millones de dólares en impuestos a un país que se niega a reconocerlos oficialmente. Legalizar la estancia de los hispanos, regularizar su vida cotidiana y reconocerles derechos cívicos (entre ellos, en especial, condición electoral) no son medidas generosas surgidas de una súbita conciencia social de los políticos gringos, sino resultado de una primera movilización nacional que, como nunca, permitió a descendientes de los habitantes originarios de esas comarcas robadas en siglos pasados caminar pública y multitudinariamente con carácter cívico, aunque formalmente no tengan todavía condición de ciudadanos.
A ESE MOVIMIENTO impactante y de rápida propagación -véase lo que sucede en Francia, con rebeliones a causa de la pretensión gubernamental de establecer leyes laborales dañinas para jóvenes llegados a su primer empleo- en nada ayudaron las maniobras de engaño que a lo largo de su gobierno desarrolló Vicente Fox. Al contrario, desgastada crecientemente su investidura, sin autoridad moral, entregado a las más baratas maniobras de la administración bushista, confrontado con gobiernos latinoamericanos, Fox sólo agudizó los problemas de los paisanos, pasando de los sueños aquellos de la "enchilada completa" a la degustación miserable de algún chilaquil suelto, agotadas ya las historietas aquellas de un tal Juan Hernández, fallido comisionado presidencial para temas del "paisanaje" transfronterizo.
LA MOVILIZACION de mexicanos indocumentados ha sido rápidamente atendida porque para el esquema gringo de gobierno significa un riesgo la sublevación de una minoría que es la mayoritaria en el conjunto de hispanos pero que, además, tiene tras de sí la legitimidad histórica de haber sido dueños despojados de las tierras de las que ahora les quieren expulsar. Sin gobierno federal capaz de ayudarles -aunque el velocísimo Fox ya está montado en el asunto, exigiendo para sí una cuota de gloria- y sin partidos ni organizaciones políticas dispuestas a encabezar acciones conjuntas, pluripartidistas (hoy todo son elecciones y declaracionitis insulsa), nuestros hermanos en lucha requieren apoyo ciudadano, ajeno a oportunismos. Tal vez una buena forma de ayudar a sus propósitos sería sumarse desde acá, si finalmente los paisanos deciden declarar el 1º de mayo como día de paro general latino en Estados Unidos, a una forma de boicot comercial en México a productos gringos (es decir, casi todo) y a manifestaciones públicas de apoyo."
- Un artículo de Julio Hernández López, en la columna Astillero de La Jornada de hoy.