"En el PAN, la caballada no es flaca ni gorda, sino enana. Lo mismo para Los Pinos que para la jefatura del gobierno capitalino: poca alzada competitiva. En el fondo de ese proceso de acelerado empequeñecimiento del partido que presuntamente ha tenido el poder federal está la pareja presidencial: "Querida, encogí al partido", podría decir a su esposa un señor alto, de bigotito, recordando la cinta dirigida por Joe Johnston en que a causa de experimentos equívocos reduce a sus hijos el científico despistado Wayne Szalinski (nombre que nada tiene que ver con que alguien haya gobernado en estos años en una versión de Salinas, pero a lo toro).
La triple C panista (Creel, Cárdenas y Calderón) parecería destinada justamente a que cualquiera de ellos que fuese designado candidato presidencial obtuviese un tercer lugar en los próximos comicios. En el plano capitalino las armas panistas no tienen ni pizca de gloria; tan raquíticos son los perfiles de la cosecha de la casa que los patronos están buscando alternativas externas desesperadas. El jardín blanquiazul bonsái, como se ve, no da con sus propias hechuras más que para presencias testimoniales en los comicios para renovar los dos cargos ejecutivos más importantes del país.
Frente a ese diagnóstico de naufragio venidero no queda ni siquiera la demagogia. El ocupante formal de la dirigencia partidista, Manuel Espino, ha sido borrado del escenario debido en gran parte a su propia talla política retaca, y el control político del panismo pareciera estar en manos de la jefa máxima del poder conyugal. El relevo previsto para encarar la caída creelista, Alberto Cárdenas, ha quedado también convertido en poni negro cargado de culpas ecológicas graves. En tales condiciones, el PAN pareciera condenado simplemente a presenciar el arribo del perredismo al poder o el retorno del priísmo a Los Pinos. De allí que corra la versión de que frente a la amenaza amarilla que significaría un peje actualmente convertido más bien en liebre, los panistas pudiesen intentar con los priístas una insólita alianza explícita que cerrara el paso al puntero indeseado y a sus cascadas electorales triunfantes como la prevista en la capital del país. Al PAN, en todo caso, le sería menos punzante llegar a negociaciones con el PRI que, entre otros puntos, pasaran por el compromiso de impunidad de la pareja imperial cuando deje el poder".
-- Julio Hernández López, en su columna Astillero de la Jornada de hoy.