BBC: Si uno no fuera mexicano, ¿cómo tendría que ver o cómo podría explicarse la realidad política que vive México?
Monsiváis: Si uno fuera mexicano, cual es mi caso, ¿cómo podría explicarme lo que no entiendo o lo que no me explico? La realidad política mexicana se me escapa porque elementos muy diversos confluyen y no logro jerarquizarlos.
Lo primero es la inercia que dejó el PRI. Setenta y un años de un autoritarismo monolítico, ramplón, con grandes zonas de corrupción (no digo que todos los priistas fueron corruptos, desde luego que no, pero que el PRI se asentaba en la corrupción desde luego que sí), con elementos represivos de distintos niveles, con oportunidad hasta cierto momento de movilidad social, con una tendencia secularizadora. Todo eso es una carga inercial fuerte.
En segundo lugar, y te digo sin que haya orden jerárquico, ante la idea de que ya que el empleo se vuelve una especie en extinción Estados Unidos se convierte en una tierra promisoria, y la migración alcanza niveles idílicos.
Aunque se sepa -y con detalle- del racismo, de las dificultades, de los hostigamientos, etcétera, se supera todo eso porque se piensa que detrás está el empleo, un empleo que permitirá en esta versión del imaginario la construcción de una familia y las ventajas para los hijos.
En tercer lugar, hay una atomización de la política que ha llegado a enormes niveles de desprestigio, casi todos muy justificados, y que alcanza a casi todos los partidos políticos.
En cuarto lugar, la emergencia de una derecha bastante cerrada, muy atrasada y decidida a recuperar lo que perdió en las guerras de la reforma liberal y a hacerse justicia por propio saqueo.
Y en quinto lugar una izquierda que social y culturalmente es de lo más significativo que hay y que políticamente es un atraso.
Ésos son algunos de los elementos. A esto hay que agregar las dificultades con que la globalización procede y el enfrentamiento a la desigualdad.
Si quieres un rasgo definitivo, esencial, es la desigualdad. No se puede avanzar parejamente ni mucho menos, y aunque ningún país ha conseguido eso, tanta desigualdad sí hace que el avance que se ve, que puede ser verificado, se vaya volviendo polvoso o se vaya desvaneciendo con gran frecuencia, porque no puede ser que una minoría progrese y una mayoría se sumerja.
No hay tal cosa como el avance parcial o sectorial en un país de las condiciones de México y con la vecindad de Estados Unidos.
¿Y el narcotráfico?
No lo mencioné por un acto esquivo de la memoria, que a veces no quiere sumergirse en la depresión.
El narcotráfico es la pesadilla mayor. No sólo involucra a una parte muy significativa de la población sino que, gracias a la introducción masiva de armas al país, el narcotráfico ha conseguido una situación espasmódica de violencia aquí sí parejamente.
El narcotráfico ha marcado el descenso de la nunca muy apreciada consideración por la vida humana. El narcotráfico ha dado las grandes señales de crueldad realmente sobrecogedora y en Youtube se han visto ejemplos que dan idea de cómo el horror puede ir todavía más a fondo.
El narcotráfico ha corrompido no sólo a grandes sectores policíacos sino a la idea que se tiene de la policía: ya es una idea corrupta de la policía corrupta.
El narcotráfico ha vulnerado a muchas instituciones, ha depreciado el valor de las fuerzas de seguridad pública, ha construido otra frontera muy a su arbitrio, y ha convertido en anécdota pintoresca (debido en gran parte al estupor con que se le contempla) la sucesión de escenas de horror.
¿Entonces habría que ver con buenos ojos -o cuando menos darle el beneficio de la duda- al Plan México o la Iniciativa de Mérida?
Así como se ha presentado, no veo yo la óptica bondadosa que se aplique. Ya en principio no ponerle Plan México para que no cargue el desprestigio del Plan Colombia es un juego semántico bastante pobre.
Pero aquí lo básico es que se presenta como un acto de caridad que espera la resurrección de la ética del país vecino.
Dar dinero para que se levante la moral, un "Lázaro levántate y anda" de una moral que se piensa aplastada por el narcotráfico, me parece lamentable.
Y me parece lamentable también que no se explica. Ese dinero que se le da al ejército, cómo se va a repartir, hasta qué punto las armas son necesarias, cuál es el nivel de enfrentamiento, no lo veo con claridad.
Porque además los grupos en abierto enfrentamiento son grupos muy pequeños, por fortuna.
Han hecho mucho daño y son para mi gusto muy siniestros en la medida en que no tienen programa, no tienen proyecto, actúan con acciones terroristas que a todos nos perjudican, y se mueven bajo el amparo de siglas a las que no les atribuyo ningún sentido.
EPR, Ejército Popular Revolucionario, ¿qué quiere decir?, no tengo la menor idea. Tengo idea de que hay restos de movimientos guerrilleros, pero en este momento qué quiere decir todo eso no sé.
El narcotráfico además le ha dado a toda la violencia un carácter tan sombrío -de por sí tiene, pero el no saber de dónde viene la violencia y hacia dónde va, el ver que gran parte del destino del país está envuelto en un torbellino de espectros no es buena noticia.
México cambió, pero no como se esperaba...
Sigue cambiando, y no como se esperaba y sí como se esperaba.
Desde el punto de vista de las profecías del acabose está cambiando como se esperaba.
Desde el punto de vista de la transición a la democracia, si queremos usar un epitafio como fórmula de bienaventuranza, no, desde luego que no.
Pero me fui por lo que llamaban antes los cerros de Úbeda.
Cuando me preguntas qué pasa con lo del Plan Mérida, yo creo que mientras no se explique, mientras no se razone debidamente cuál es el sentido de la ayuda y de qué modo se va a concretar en acciones que efectivamente detengan el trasiego de la droga, lo que vamos a ver es una ayuda tan rodeada de sospechas que se va a volver una suerte de novela policíaca.