Hace algunos días, revisando mis cachivaches, reencontré este texto escrito hace 4 años, mientras estuve en Pella, Iowa. Robert Dana es un excelente poeta estadounidense, y tuve la suerte de asistir a una de sus lecturas de poesía, justamente en la biblioteca de la universidad. El poema fue redactado pocas horas después de haber escuchado al poeta cantando sobre atardeceres en las costas del norte de África y ciertas delicias de la vida cotidiana. La anécdota que narra el poema en realidad sucedió, hace algunos 14 años. Como despedida, ya que no puedo transcribirla ni describirla apropiadamente, adjudico espiritualmente a ustedes la profundidad y belleza de las frases de Miles Davis y John Coltrane que estoy escuchando en este instante. Del Kind of Blue, ciertamente.
"Escuchando a Robert Dana en Pella, 2000"
No creo que le importe que le diga viejo.
El caso es que el viejo poeta nos ha dado una lección.
Yo estaba sentado en la biblioteca, admirando el movimiento
de sus palabras que eran serpientes que ardían
bajo la luna fría del otoño como la memoria,
como la serpiente que encontramos muerta frente a mi casa
una
tarde
lluviosa,
hace una vida parece, hace sólo diez años.
Formamos un círculo alrededor del pequeño cadáver y nos reímos del miedo que teníamos de acercarnos.
Nadie pensó en enterrarla.
Cerramos los ojos
y en silencio imaginamos que la lluvia caería en la noche,
lavaría las aceras de las casas y golpearía nuestras ventanas,
y un n.i.ñ.o.s.o.n.á.m.b.u.l.o se levantaría de la cama y saldría a venerar sin llanto la llegada del invierno.
* * * * *