sábado, octubre 18, 2008

Escritoras Mexicanas Contemporáneas [1]: Leticia Martínez Gallegos

"El Último Beso"

Las cortinas se abren y sobre la duela gastada aparece el mago. Juega un par de suertes a la vista del público que, ansioso, espera más intensidad. Hasta ahora, él no ha necesitado ayuda; solo, permanece en el centro del escenario donde los trucos sobreviven sin problema. Minutos. Un ayudante aparece empujando la tradicional caja de madera. Luces, música, aplausos, todo se desvanece, se diluye poco a poco mientras el mago abre las puertas de la caja. Melodía árabe, destellos multicolores y una muchacha saliendo despacio del encierro. Movimientos de cadera en redondo, las palmas de las manos juntas jalando su cuerpo hacia arriba, sin prisa, se muestra completa. Luego de varios giros, su espalda queda al público y la pequeña blusa de lentejuela encuentra el reflejo del rostro fragmentado de Mauricio. Desde ese lugar donde ocupa un asiento más entre el público, el maduro hombre se truena los dedos, saliva, aprieta las manos haciendo puños, suda. La muchacha remata la espectacular salida con un beso en la boca para el mago. PAUSE. En la mente de Mauricio ese momento se paraliza sin remedio. Cuando regresa al tiempo real de la situación, ya todo pasó: FF la muchacha regresó a la caja, el mago cerró las puertas, el ayudante le entregó el serrucho, el mago serruchó la caja por la mitad y mostró al público la constancia de un cuerpo dividido en dos. PLAY. Mauricio mira con obsesión cómo el mago abre de nuevo las puertas y la muchacha da un salto mostrando su curvilíneo cuerpo completo. Aplausos. El mago la toma de una mano y la gira un par de veces como muñeca de caja musical. El acto termina con otro beso mágico. ¡Cuántos besos!, maldita sea. Las cortinas de terciopelo guinda caen y el público sale.

La caja permanece tras bambalinas. Mauricio busca a la muchacha en el camerino y le entrega una pequeña maceta con un árbol de buganvilias bonsai. ¡Qué gusto que vinieras!, dice ella mientras se eleva sobre las puntas de los pies para alcanzarle el cuello y sentir su vaho alcoholizado. Mauricio la toma de la mano para llevarla al escenario; tararea una melodía. Se abrazan y se aprietan. Él no aguanta más y abre las puertas de la caja, la avienta hacia adentro y luego entra él quedando encima de su ligero cuerpo. Mauricio recorre con la lengua ese rostro pintado, ella cierra los ojos y mueve la cabeza hacia los lados para que no quede un solo espacio sin saliva. Los dos sudan en exceso, respiran fuerte.

Entonces Mauricio le arranca de un tirón las pestañas postizas y desesperado la besa en la boca. Ante el exceso de fuerza, la muchacha quiere interrumpirlo, lo empuja con la lengua, las lenguas luchan entre sí y la muchacha gana. Mauricio le toma con fuerza las manos y saca un lazo para amarrárselas. Ella sonríe y echa los brazos amarrados hacia atrás para ofrecer la extensión de su cuerpo en plenitud. Más mordidas en los labios. Ante la negativa para abrir de nuevo la boca, Mauricio le aprieta las mejillas hasta que la dentadura se abre. Otra vez la besa agresivamente y ella responde duplicando su agresividad.

Luego de unos minutos, Mauricio sale de la caja con la camisa manchada de sangre y un pedazo de lengua en la mano.

La muchacha quiere gritar, pero se ha quedado sin voz.


- Un cuento de Leticia Martínez Gallegos publicado originalmente en La Jornada Semanal el 27 de julio de 2008.